Después del nombre Pimpollo (deslumbrante la explicación de que Dios crea todo el Universo para preparar la venida de Cristo), en el nombre Faces de Dios tampoco se queda manco fray Luis. Sólo dos pasajes*:
*Como siempre cortopego de aquí, corrijo el texto con la edición recentísima de San José Lera -salvo en los pronombres personales referidos a Dios, que mantengo en mayúscula- y pongo en negrita lo que más me asombra, con admirar todo lo que escribe fray Luis en este libro.
1. p. 61: Y comencemos por el cuerpo [de Cristo], que es lo primero y más descubierto. En el cual, aunque no le vemos, mas por la relación que tenemos dél, y entretanto que viene aquel bienaventurado día en que por su bondad infinita esperamos verle amigo para nosotros y alegre, así que, dado que no le veamos, pero pongamos ahora con la fe los ojos en aquel rostro divino y en aquellas figuras dél, figuradas con el dedo del Espíritu Santo, y miremos el semblante hermoso y la postura grave y suave, y aquellos ojos y boca, ésta nadando siempre en dulzura, y aquéllos muy más claros y resplandecientes que el sol, y miremos toda la compostura del cuerpo, su estado, su movimiento, sus miembros concebidos en la misma pureza y dotados de inestimable belleza. [y leed la traducción que hace a continuación del Cantar de los Cantares]
p.65 Él dice de sí que es manso y humilde, y nos convida a que aprendamos a serlo dél. Y mucho antes el profeta Isaías, viéndolo en espíritu, nos le pintó con las mismas condiciones, diciendo: «No dará voces ni será aceptador de personas, y su voz no sonará fuera. A la caña quebrantada no quebrará, ni sabrá hacer mal ni aun a una poca de estopa que echa humo. No será acedo ni revoltoso.» Y no se ha de entender que es Cristo manso y humilde por virtud de la gracia que tiene solamente, sino, así como por inclinación natural son bien inclinados los hombres, unos a una virtud y otros a otra, así también la humanidad de Cristo, de su natural compostura, es de condición llena de llaneza y mansedumbre. (...) El cual, con ser tan manso (como la enormidad de nuestros pecados y la grandeza de los perdones suyos -y no sólo de los perdones, sino de las maneras que ha usado para nos perdonar- lo testifican y enseñan) es también tan alto y tan grande como lo pide el nombre de Dios (...). Y juntamente con esta inmensidad de grandeza y celsitud [=excelsitud] podemos decir que se humilla tanto y se allana con sus criaturas, que tiene cuenta con los pajaricos, y provee a las hormigas, y pinta las flores, y desciende hasta lo más bajo del centro y hasta los más viles gusanos. Y, lo que es más claro argumento de su llana bondad, mantiene y acaricia a los pecadores, y los alumbra con esta luz hermosa que vemos; y, estando altísimo en sí, se abaja con sus criaturas, y, como dice el salmo, estando en el cielo, está también en la tierra.
*Como siempre cortopego de aquí, corrijo el texto con la edición recentísima de San José Lera -salvo en los pronombres personales referidos a Dios, que mantengo en mayúscula- y pongo en negrita lo que más me asombra, con admirar todo lo que escribe fray Luis en este libro.
"-y no sólo de los perdones, sino de las maneras que ha usado para nos perdonar-"
ResponderEliminar"...mantiene y acaricia a los pecadores, y los alumbra con esta luz hermosa que vemos"
Cómo es Fray Luis. Y esa preciosidad de "que tiene cuenta con los pajaricos, y provee a las hormigas, y pinta las flores". Que, por cierto, me recuerda el evangelio del último viernes, con ese "¿No se venden cinco gorriones por dos cuartos? Pues ni de uno solo se olvida Dios. Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados. Por lo tanto, no tengáis miedo: no hay comparación entre vosotros y los gorriones", que se queda uno sin saber qué pensar.