jueves, 2 de octubre de 2008

Alegría

Estoy muy contento por tantas cosas. Y esta mañana he leído esto de fray Luis*:
Y comenzando de lo postrero, digo que es grande verdad que Dios está presente en nosotros, y tan vecino y tan dentro de nuestro ser como Él mismo de sí; porque en Él por Él, no sólo nos movemos y respiramos, sino también vivimos y tenemos ser, como lo confiesa y predica San Pablo. Pero así nos está presente, que en esta vida nunca nos es presente. Quiero decir que está presente y junto con nuestro ser, pero muy lejos de nuestra vista y del conocimiento claro que nuestro entendimiento apetece. Por lo cual convino, o por mejor decir, fue necesario, que entre tanto que andamos peregrinos dél en estas tierras de lágrimas, ya que no se nos manifiesta ni se junta con nuestra alma su cara, tuviésemos, en lugar della, en la boca algún nombre y palabra, y en el entendimiento alguna figura suya, como quiera que ella sea imperfecta y escura, y, como San Pablo llama, enigmática. Porque, cuando volare de esta cárcel de tierra en que agora nuestra alma, presa, trabaja y afana como metida en tinieblas, y saliere a lo claro y a lo puro de aquella luz, Él mismo, que se junta con nuestro ser agora, se juntará con nuestro entendimiento entonces; y Él por sí y sin medio de otra tercera imagen estará junto a la vista del alma; y no será entonces su nombre otro que Él mismo, en la forma y manera que fuere visto; y cada uno le nombrará con todo lo que viere y conociere dél, esto es, con el mismo ÉL; así y de la misma manera como le conociere.
Y por esto dice San Juan en el libro del Apocalipsi, que Dios a los suyos, en aquella felicidad, demás de que les enjugará las lágrimas y les borrará de la memoria los duelos pasados, les dará a cada uno una pedrecilla menuda, y en ella un nombre escrito, el cual sólo el que la recibe le conoce. Que no es otra cosa sino el tanto de sí y de su esencia que comunicará Dios con la vista y entendimiento de cada uno de los bienaventurados; que con ser uno en todos, con cada uno será en diferente grado y por una forma de sentimiento cierta y singular para cada uno. Y finalmente, este nombre secreto que dice San Juan, y el nombre con que entonces nombraremos a Dios, será todo aquello que entonces en nuestra alma será Dios, el cual, como dice San Pablo, «será en todos todas las cosas».
De los nombres de Cristo, ed. San José Lera [aunque he puesto en mayúscula los pronombres referidos a Dios], p. 32-3, cap. De los nombres en general [Aquí una edición antigua en línea, en la Biblioteca de Autor de BVCervantes].

3 comentarios:

  1. Es una cosa fuera de serie lo de fray luis. Saludos desde la Pérfida. Fer.

    ResponderEliminar
  2. Hombre, Fer, cuánto tiempo, qué alegría.

    ResponderEliminar
  3. Me gusta muchísimo que titules tu entrada de hoy así, y que metas este pedazo de texto de Fray Luis. Felicidades con retraso. Estamos todos de cumpleaños. Un abrazo fuerte.

    ResponderEliminar