domingo, 7 de septiembre de 2008

Slavin

Por una cuesta pronunciada, mientras cruzas un barrio de chalés hasta hace poco decadentes y a partir de ahora refulgentes (el dinero corre por Bratislava, desde enero los euros), llegas a Slavin, en uno de los montes que rodean Bratislava (los Pequeños Cárpatos), un monumento a los soldados soviéticos de la Segunda Guerra Mundial, con dos grandes túmulos con 6000 enterrados allí y algunas tumbas individuales.
Había una amplia vista de la ciudad, veías los barrios obreros a lo lejos, torres de pisos soviéticos. Y el propio monumento parecía otra época



El monumento era una especie de historia del arte occidental pero sin sensibilidad: las columnas rectas, sin transiciones, la desproporción del conjunto, las puertas con escenas que recordaban tantas otras pero sin dulzura.
El monumento lo rodeaban los nombres de las batallas que fueron ganando los soviéticos al ir entrando en Eslovaquia. Les liberaban de los nazis, pero qué liberación de cuarenta y cinco años.
Quizá ahora ya puedan empezar a tomárselo con cierto humor, pero que no se les ocurra tocarlo, como pasó en Estonia, que los rusos les cortaron el grifo del gas. Y daba un poco de miedo pensar es eso allí, mientras los tanques rusos se movían por Georgia.

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