martes, 3 de junio de 2008

Shush, shush, shush

Después de haber oído a dos guías distintos la misma bromita contra la pobre reina de Saba, me despedí del Pórtico de la Gloria: y brillaba la Catedral iluminada, repleta de peregrinos.
Yo me fui a la Alameda, que había unas jornadas de turismo de Euskadi: daban folletos gratis y por un euro chacolí y un pincho a elegir de un surtido prodigioso.
Y al lado de ese estanque con la estatua de Méndez Núñez que inmortalizó Miguel d'Ors estaban dos forzudos, un levantador de piedras y un aizcolari, que cortó un tronco mientras decía shush, shush, shush a cada golpe (en gallego habría que escribirlo xux, xux, xux, je je); siempre es descansado ver a alguien agotarse trabajando, pero la facilidad con que sacaba lonchas del tronco era prodigiosa. A mi lado, una señora le radiaba a alguien el acontecimiento por el móvil; y dijo: está dejando el tronco como un reloj de arena.
Luego el aizcolari se puso al micrófono porque el levantador de piedras iba a hacer su demostración. Antes explicó que lo que acababa de hacer era muy peligroso, que se podía haber cortado una pierna: tragamos saliva. Me cayó muy bien: no llevaba el pelo a lo batasuno, era un chaval normal, buena gente, que hablaba con un desparpajo grande. Y el levantador de piedras cogía los bolones con gran suavidad, como a un niño, y luego los soltaba en una especie de colchón que hacía fuh cuando le caía el piedrolo. Luego el aizcolari presentador animó al público a probar, a alguna chavalita que se atreviera, incluso a los niños (tenían una minibola de ocho kilos). Y fue graciosa la escena de los voluntarios a forzudos.
Y de que esto es así pongo por testigo a Mônica, a la que me encontré con un vaso de chacolí.

1 comentario:

  1. Qué chulada de post, es un auténtico proema, y además demuestra lo verdadero: que en Euskadi hay gente majísima...

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