Plantas
1. El viernes fui a la mítica Residencia de Estudiantes; en ese momento no llovía pero el aire estaba húmedo; entré por un camino lleno de plantas con flores pequeñas y qué olores tan envolventes: hasta se me olvidó que tenía que entrar haciéndome cruces, para evitar caer en el hechizo buenístico gineriano zapatérico.
Me hizo ilusión que me enseñaran unas adelfas enormes que había plantado JRJ y me lamenté cuando se lamentaron de los chopos que habían desaparecido. Era un ámbito de paz, muy en la línea de filósofos del Jardín del conciliábulo gineriano, con un canal de agua debajo.
2. El domingo por la mañana, desde Colón hasta el Prado: maravillosos plátanos enormes, grandes magnolios delante en torno a la fuente de Apolo. Y para qué quiere Gallardón cambiar esa zona de Madrid: que arregle otras; será eso del centro reformista: en cambio yo cada vez soy más reaccionario.
3. Con José Antonio el sábado en el Caixa Forum, nuevo centro cultural. Puf, psé, psa. Herzog y de Meuron han hecho su moco moderno (¡cerca del edificio del Prado y del Ministerio de Sanidad!) y aquello parecía el camarote de los hermanos Marx. Las exposiciones, pues poquita cosa: muy bien explicada la de la Eucaristía de los Uffizi, pero con cuadros de cuarta; y Alphonse Mucha, pues poquita cosa (no pun intended). Sólo era buena solución la de cubrir de plantas la pared medianera que había quedado a la entrada: se podría hacer en los miles de paredes huérfanas que hay por la piel de toro.
3. Con José Antonio el sábado en el Caixa Forum, nuevo centro cultural. Puf, psé, psa. Herzog y de Meuron han hecho su moco moderno (¡cerca del edificio del Prado y del Ministerio de Sanidad!) y aquello parecía el camarote de los hermanos Marx. Las exposiciones, pues poquita cosa: muy bien explicada la de la Eucaristía de los Uffizi, pero con cuadros de cuarta; y Alphonse Mucha, pues poquita cosa (no pun intended). Sólo era buena solución la de cubrir de plantas la pared medianera que había quedado a la entrada: se podría hacer en los miles de paredes huérfanas que hay por la piel de toro.
jo que suerte, Madrid en Mayo. Tengo unas ganas... ay. Yo iría flechada al Retiro, y luego a la librería Antonio Machado, y luego a tomar café cobn dos poetas, y luego a la calle Fuencarral, de beauty shopping... Ya paro.
ResponderEliminarLo que tiene la Residencia de Estudiantes es que es uno de los pocos remansos de paz en una capital tan frenética y dominada por el coche como es Madrid, pues incluso en parques como El Retiro o el del Oeste, no hay escapatoria a la visión continua del automóvil. La Residencia, en este sentido, siempre la he asociado a un espacio similar en la ciudad, el del Monasterio de las Descalzas Reales, cuya visita te recomiendo. En su claustro y clausura te sientes de nuevo en el Madrid de hace cuatrocientos años. No estoy de acuerdo con tu descalificación de la obra de Herzog y De Meuron, que me parece respetuosa con un barrio muy deteriorado –el de las Huertas– y a la vez innovadora. El jardín vertical de Patrick Blanc hace un eco a la preciosidad del Botánico. Lo único que me fastidia es que en su patio delantero había una gasolinera muy atractiva en el más puro estilo fascista mussoliniano, que han hecho esfumar como si no hubiese existido nunca (¿la memoria histórica no sería poder recordar y conocer todo, lo bueno y lo menos bueno, según el sentido de cada uno?). Mucho más desagradable y afrentoso que el Caixaforum me parece el apósito de Jean Nouvel al Hospital General de Carlos III, hoy MNCARS.
ResponderEliminarTampoco es eso, Mr Quaker. En el Retiro y en el parque del Oeste hay grandes zonas en las que no se ve ningún coche -salvo el de la policía haciendo la ronda, que mejor verlo-, y en las que sólo se oyen los pájaros, el agua, la brisa entre las hojas y los bongos africanos. En el del Oeste, además de los bongos, puede oírse una quena.
ResponderEliminarDesde los aledaños del moco verde (que en esto sí que estoy de acuerdo con Mr Quaker, podía haber sido peor), un saludo de los plátanos y los magnolios bien limpitos por la lluvia, otro del trío Boris-Marlaska-Vázquez (que en inmensa pancarta, amarraditos los tres, nos informan del amor que los une: "no sin él" dicen con determinación), y otro mío.