miércoles, 26 de marzo de 2008

A nosa voz. Cen anos de Himno galego

A nosa voz es una exposición en Bonaval organizada por Presidencia de la Xunta, es decir, el Partido Socialista Galego; no, no es del Bloque Nacionalista Galego el texto que vamos a ver, enjundioso como pocos y tremendamente ilustrativo, me parece.
Por ello voy a fiskearlo. Lo he traducido al castellano, lengua glotófaga donde las haya y actitud mía poco filológica donde las haya de no comentar el texto original, pero todo podría ser que el texto original fuera castellano, en la Xunta pasa mucho:

Os Pinos de Eduardo Pondal no fue sólo un poema. La musica de Pascual Veiga fue más que una canción. El Himno, símbolo musical de los gallegos, es un canto patriótico [sic] por el que Galicia irrumpe [latín in-rumpere, romper entrando, entrada con ruido y metáfora viril] en la historia como protagonista colectiva [masa que pasa en masa a actor, pero colectivo, como si el coro se metiera a protagonista; no es muy coherente, pero es de buen rollo]: expresando en esta Nuestra voz la voluntad de tomar la palabra y romper con el silencio [Habla, pueblo, habla, estribillo de una canción electoral de la UCD, cuando éramos más inocentes]. La voluntad no se expresa con espíritu marcial [vade retro]. Nuestro Himno contruye, afirmativa [=affirmative action] e inclusivamente [muy zapateril, sin duda, aunque ÉL dice 'sin exclusiones'], nuestra diferencia ['construir afirmativa e inclusivamente la diferencia': que un catedrático de Lógica me lo explique, pero la lógica del zapaterismo, como la del rector de la USC, es una lógica borrosa, sin constreñimientos aristotélicos]; y lo hace sin hablar de conflictos, ni de violencias o exclusiones [qué bien].

El Himno gallego recoge el diálogo de un pueblo con su naturaleza [LA TIERRA]. En ese diálogo se expresa el entusiasmo de tomar la palabra y hacerse cargo de su destino. Nuestro Himno se desenvuelve en tres momentos:
En el primero, el bardo interpela a la naturaleza y esta se hace protagonista del poema. La noche, el bosque y el mar dibujan el paisaje interior que remite al alma trágica, al paisaje interno de una comunidad injuriada y maltratada [romanticismo a saco: el bardo, la naturaleza, el paisaje; y ya salta a escena -permítaseme copiar metáfora- el bucle melancólico del pecado original que constituye la Nación: el despojamiento].
En el segundo, la naturaleza, a su vez, se dirige a los buenos y generosos que escuchan, frente a los duros que no entienden la voz de la sabia naturaleza-comunidad [salto: de la naturaleza a la comunidad de los buenos]. He ahí el momento decisivo: la ciudadanía activa que se yergue frente al ultraje y pone fin a las vaguedades en la vindicación de sus derechos colectivos [tenéis que ser buenos y participar en el juego democrático, que si no viene el lobo y nos quitará los ja, ja, me parto: ¡derechos colectivos!].
Por último la Nación de Breogán despierta de su sueño [=Bella Durmiente], activa [¡Activen rampas! -A sus órdenes, capitan de la nave espacial] su identidad colectiva y provoca la irrupción de un nuevo protagonista político: Galicia [¡TACHÁN!]. Desde la edad de oro céltica [todo inventado en el XIX], después de la larga decadencia de siglos oscuros [mito del despojamiento], llegan los hijos de Breogán [inventado en el XIX] al despertar nacional [=Bella Durmiente] contemporáneo, en la imagen mítica de una bella durmiente [lo genial de este texto es lo explícito que es] que por un acto de amor [el beso del príncipe, pero no dice quién es, quizá sea una Narciso besándose a sí misma] toma conciencia de sí [y por una autoafirmación de autobeso pasa de rana a princesa] y recupera lo suyo [el reino, que para eso es una princesa; y qué reino: pues cuál va a a ser ¡el reino de Galicia!].
El relato celta es el mito fundacional de Galicia, y da una identidad colectiva a los gallegos [hubo un intento de mito griego de Galicia, pero acabaron prefiriendo el celta]. El mito añade significado a la realidad, de ahí su plural tarea:
Fundamenta la comunidad simbólica sobre una comunidad natural [lo de comunidad natural lo da por hecho; Galicia lo es y por eso tiene mito o tiene mito porque lo es y eso justifica entonces que sea una comunidad natural: el mito enriquece la realidad].
Aporta una perspectiva voluntarista, movilizadora, que refuerza la decisión nacional [sic].
Recupera la dignidad perdida [el mito como maquillaje]. Contribuye, no sólo a expresar, sino a producir una comunidad [el mito creador], a articular Galicia como sujeto colectivo, a unir a los gallegos en un proyecto común por encima de las diferencias [síntesis hegeliana].
Delimita un nosotros frente a los otros [palabra clave: frente], cimentando la diferencia específica, pero no por la exclusión ni por la agresión al otro [otra vez sí pero no y sí a la vez; diferencia sin exclusión y cómo se come eso sin lógica borrosa].
El mito ofrece una visión proyectiva de la identidad, abierta al futuro en Europa, llamada a un porvenir de prosperidad y desarrollo [el mito como proyección de un paraíso para el futuro, el mito del progreso del XVIII].
Fundamenta la necesidad de autogobierno [en los saltos lógicos borrosos hemos pasado de la naturaleza específica a la comunidad y de ahí al autogobierno, q.e.d.; en serio, prefería lo de la ley del más fuerte, sin tantos saltos lógicos], imperativo de los gallegos de dotarse de voluntad política propia para atender a sus demandas, intereses y preferencias específicas [cuáles son ellas no me lo preguntéis, que yo soy de los duros que no han oído a la naturaleza que convirtió a los demás en comunidad nacional; la pobreza no debe de ser, porque eso es común con otros; el paro tampoco, ni el dolor, ni la muerte, porque ninguna de esas cosas es específica; tampoco la gaita, si me apuráis, ni los prados verdes -también los tienen en Asturias].

Me parece un texto alucinante, no sé si pensado por una mente lúcida para que la gente al final caiga en la cuenta de con qué palos se está montando un sombrajo que al final es sólo la justificación para que los de siempre, la élite del dinero, mangoneen como siempre. En serio, prefería los relatos míticos marxistas: al menos pretendían a nivel teórico dar de comer al pobre, sin preguntarle a qué comunidad natural pertenecía.

4 comentarios:

  1. Esto sí que es deconstrucción, y no lo de Derrida. Buenísimo.

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  2. Es de antología. Tiene que ser lo que dices. Cheira demasiado, no se puede ser tan tonto.
    Además de lo de "construir la diferencia", así con todas sus letras, me encanta lo de la edad de oro céltica y la larga decadencia de siglos oscuros hasta Pondal. Donde esté un buen castro que se quiten la Catedral de Santiago, el palacio Fonseca y San Martín Pinario, sí señor.
    Y tienen razón, nada de espíritu marcial, mejor a lo bardo:
    "Os bos e xenerosos
    a nosa voz entenden
    e con arroubo atenden
    o noso ronco son,
    mais sóo os iñorantes
    e féridos e duros,
    imbéciles e escuros
    non nos entenden, non."
    Mal te veo, Arp, que no te arroubas.

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  3. ¿Tiene sentido seguir usando el verbo "fiskear", cuando cada Telediario muestra la debacle iraquí? Diría que Robert Fisk ha quedado parcialmente revindicado, o al menos que tenía más razón que muchos de los que "fiskeaban" con tanta complacencia.

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  4. Estimado Tim, si cada vez que uso una palabra me tengo que plantear si es justo o no su origen (linchar, boicotear, guillotinar) me quedaría callado y ya ves que no paro de escribir en este blog.
    Fiskear es un verbo ya como otro cualquiera.

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