martes, 22 de enero de 2008

Discurso en la Sapienza (y III)

En otra de las Facultades universitarias medievales, la de Derecho, se trata del ordenamiento de la libertad, de la dignidad humana y de los derechos humanos. Según Habermas eso se puede conseguir gracias a la igualdad de los ciudadanos y a la 'forma razonable con la que se resuelven los contrastes políticos'; esa forma razonable debe tener un wahrheitssensibles Argumentationsverfahren, un procedimiento argumental sensible a la verdad [si en castellano juntásemos las palabras seríamos más profundos, se me ocurre]. Interesante, dice B16, pero cómo llevarlo a la práctica.
El hecho es que el sistema de partidos lleva, por su propia dinámica, a defender intereses particulares. Quizá es que haya que oír a otras instancias: las otras dos Facultades medievales, Filosofía y Teología, tenían la misión de ser guardianas de la sensibilidad a la verdad, en una relación entre ellas sin confusión y sin separación [aquí hay mucha tela que cortar]. Más tarde surgen en las universidades dos ámbitos más, el de las ciencias naturales y el de las humanidades.
Así acaba el discurso:
El peligro para el mundo occidental —por ceñirnos a éste— estriba hoy en que el hombre, precisamente debido a la grandeza de su saber y poder, se rinda ante la cuestión de la verdad. Y ello significa al mismo tiempo que la razón, al final, claudica ante la presión de los intereses y la atracción de la utilidad, que se ve obligada a reconocer como criterio último. Si enfocamos esto desde el punto de vista de la estructura de la universidad, veremos que se corre el peligro de que la filosofía, al no sentirse ya capaz de su verdadera misión, se degrade en positivismo, y la teología, con su mensaje dirigido a la razón, quede confinada a la esfera privada de un grupo de mayores o menores dimensiones. Pero si la razón, preocupada por su presunta pureza, hace oídos sordos al gran mensaje que le envían la fe cristiana y su sabiduría, se agosta como un árbol cuyas raíces no logran alcanzar ya las aguas que le dieron vida. Pierde la valentía de la verdad y, al perderla, lejos de crecer, se empequeñece. Aplicado a nuestra cultura europea, ello significa que si la razón sólo aspira a autoconstruirse sobre la base del círculo de sus propias argumentaciones y de lo que en cada momento la convence y, preocupada por su laicidad, se desprende de las raíces que le dan vida, en vez de volverse más razonable y pura se descompone y se hace añicos.
Vuelvo con ello al punto de partida. ¿Qué tiene que hacer o que decir el Papa en la universidad? Seguramente no debe tratar de imponer a otros de forma autoritaria la fe, que sólo puede ofrecerse en libertad. Más allá de su ministerio de pastor en la Iglesia y sobre la base de la naturaleza intrínseca de dicho ministerio pastoral, es su misión mantener despierta la sensibilidad a la verdad e invitar una y otra vez a la razón a salir en busca de la verdad, del bien, de Dios y, por ese camino, estimularla a vislumbrar las luces útiles surgidas a lo largo de la historia de la fe cristiana y a percibir así a Jesucristo como la Luz que alumbra la historia y que ayuda a encontrar el camino hacia el futuro.

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