jueves, 30 de agosto de 2007

En Valladolid (XI)

Entre ladrillos

De excursión ayer por el sur de Valladolid y norte de Ávila, territorio mudéjar: en Tordesillas el monasterio de santa Clara. La que nos guiaba era un poco dementor, pero no consiguió enfriar del todo mi admiración. Pero aquí tenéis la foto del artesonado, que quita el hipo:


Había también un retablito flamenco muy bueno, pero dentro de poco me olvidaré de él, como me olvidé de él la otra vez, hace más de diez años, que lo visité. Y sí que era muy bueno.
En Medina del Campo visita al castillo de La Mota y a la iglesia de la plaza mayor, que tenía un buen retablo. Fuera, en la plaza, el altar del Pópulo, donde decían Misa al aire libre a los feriantes en el siglo XVI.
Fuimos andando hacia el Museo de las Ferias (que queda para la próxima). Vimos unas portadas; nos paramos: había agazapada detrás una monjita muy bajita y muy mayor que se echó sobre nosotros. Quizá llevase ya tiempo ahí, escondida.
Se puso a contarnos cosas de Medina, de la importancia de la oración, de la cruz que compartimos (ZP), del Alzamiento (sic), de lo que quería hacer ella para ayudar a la gente. Nos dio una sesión de catequesis aderezada de recuerdos de su infancia marcada por la guerra.
Tenía un pelo muy fino que sobresalía de la toca. Su cara, muy delicada, anunciaba la calavera para pronto (me acordé otra vez de esa escena de Los muertos de John Huston en la que la tía anciana canta una canción y luego aparece -es una prolepsis- en el féretro). Era como una niña, que tenía mucho miedo a revivir el miedo que pasó de pequeña con la segunda República. Hablaba muchísimo, era imposible pararla. Notaba una afinidad: nos preguntó quiénes éramos. Le dije que era del Opus Dei. Ya se sintió en terreno seguro, aunque nos había calado desde el principio. Fue muy bonito cuando nos contó que ahora veía de modo nuevo cómo Dios había ido llevando su vida.
Se le escapó una frase: cantar a botón quito, expresión salmantina (= a pleno pulmón).
De allí nos fuimos a comer: buscábamos un árbol y justo en esa zona hay grandes extensiones de cereales (pensaba que con lo del biodiésel esto va a ser un forre). Al final en medio de la nada, unos pinos. El cielo era como una vaca pintada, en azul y blanco, claro. Había un aire fresco muy agradable. Se estaba muy bien allí, sólo viendo las nubes como ovejitas.
De ahí ya todo fue de caída: en Madrigal de las Altas Torres vimos la alta torre de la iglesia y las murallas de aparejo mudéjar. Ahí nació Isabel la Católica y ahí murió fray Luis de León. Cerca, Arévalo: más iglesias mudéjares. Buena pinta del castillo. Había un san Francisco de Gregorio Fernández, pero a oscuras.
Y yo que estaba ya entrando en barrena. Debe de ser el auténtico síndrome de Stendhal, pero tres semanas de ver arte del bueno me están empezando a pasar factura: veo cosas hermosas y me siento como implado.
Va a haber que volver ya a Galicia. Venga, mañana. Y todo lo que queda de contar de Valladolid, pues poquito a poco, que hay más días que morcillas.

4 comentarios:

  1. No te "imples", por favor. Guarda en tu memoria todos esos tesoros que has visto y te durarán años. Recordar los momentos de emoción artística es una tarea que requiere dedicación, inteligencia y humor. Menudo festín.

    (Espero que no te importe que copie tu itinerario vallisoletano.)

    ResponderEliminar
  2. ¡Qué maravillosas entradas!¡Cuánto estoy disfrutando en Valladolid, con sus monjas que cantan a botón quito y convidan a pastas, con sus Gregorio Fernandez, sus pinos en medio de la nada y sus problemas de autoestima catedralicios. Muchas gracias por este regalo.
    Con todo, tengo que decirte -y no creas que es porque te saltes Villalar, tierra de mis ancestros por vía materna-, a propósito de la entrada de EGM del domingo pasado en la que sostenías que el alba es siempre deseada, que no señor, que no siempre es así. De la mano de A.D.Deyermond y San Juan de la Cruz, te lo cuento allí más despacio.

    ResponderEliminar
  3. Hola!
    Casi me he leído de un tirón toda la serie vallisoletana y he anotad muchos sitios para visitar, gracias!

    Recuerdo que en la época adolescente de hormonas desatadas los jesuitas de "La coru"nos llevaban a Villagarcía de Campos a convivir casi una semana con otros colegios de jesuitas. Allí conocí a una novia fugaz paseando hasta un castillo que se llamaba la Quijada (o algo así), y unos atardeceres que nunca voy a olvidar (había horizonte!!!).
    Después de muchos meses fuera de Compos...ayer estaba preciosa.
    No cree que es mejor "El cielo era una vaca pintada..."
    Gracias por los hermosos post.Andrés

    ResponderEliminar
  4. Y yo en Córdoba sin ordenador. Voy a repasar inmediatamente la serie para enterarme qué hay que ver en mi provincia.

    (Por cierto, en Osuna me pasó algo muy similar con una monja. Era colombiana).

    ResponderEliminar