viernes, 8 de junio de 2007

El eterno femenino

Aquella enfermera mayor en la Clínica Universitaria de Navarra que me cogió de la mano y me dijo que apretara si me dolía, durante la punción de los ganglios. No me dolió.
Mi sobrino que no sabía qué tenía y lloraba en silencio -que es un modo muy triste de llorar para un niño de cinco años-, arrebujado en brazos de mi madre. Luego estuvo cuatro horas seguidas de siesta.
El amigo que entró y me encontró hablando con mi madre, después de la famosa operación, y sintió envidia, porque su madre había muerto hace años.
Caigo en la cuenta de que no he dado aquí las gracias a las enfermeras, las médicos, las auxiliares, las de la limpieza, todo ese mundo de mujeres que trabaja en hospitales. Yo me quedé asombrado de la profesionalidad y la amabilidad de las del Clínico Universitario de Santiago. Lo mismo digo de los médicos varones, pero esta entrada va del mundo de las mujeres.
Me parece que no es lo que Goethe llamaba el eterno femenino, pero a mí qué me importa lo que dijera Goethe.

9 comentarios:

  1. Y haces muy bien porque de las mujeres Goethe nunca supo realmente nada...

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  2. Hace cosa de un año me operé para quitarme la miopía con cirugía refractiva. Se hace con anestesia local (vamos, que te instilan un par de gotas de Dios sabe qué y a rezar), con lo que ves en directo cómo te cortan la córnea, te dan con el láser (el olor a pollo quemado es indescriptible), te cierran y te mandan a casa.

    Cuando estaba tumbado en la camilla, una enfermera me cogió la mano. No le ví la cara porque ya iba sin gafas y antes de la operación estaba muy cegato.

    Lo que se suponía debía ser anestesia como para no notar si me clavaban un tenedor en el ojo para mí no fue suficiente, y sentí la necesidad imperiosa de apretar algo. Pensé que, en aquella circunstancia, si le apretaba la mano a la enfermera lo más probable era que le acabara rompiendo un dedo, así que con la otra mano me aferré a la camilla como si fuera lo único que me mantuviera con vida.

    Sólo sé que aún sigo con la intriga de saber si la moza estaba de buen ver o no.

    Por cierto, yo me quedo con la misoginia de Quevedo.

    ¡Son todas golfas!

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  3. Como va de experiencias personales, ahí va la mía: el 11-F me di un golpe en bici; me recogió la ambulancia del suelo, inconsciente, y de camino al hospital alguien me cogió de la mano y me apretó fuerte. No sé quién fue, pero aún ahora, cuando alguien me da la mano, siento el calambrazo del recuerdo. Bendito sea el/la que fuera.

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  4. Qué emocionante entrada, incluso para mí, que tengo madre y pocas ganas de clínicas. También es precioso el comentario de N. A.

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  5. No, no creo que sea el "eterno femenino" (y haces muy bien en que te importe Goethe un bledo. A mí siempre me ha caído fatal. Es más, creo que seguramente decía eso de que el eterno femenino "tira de los hombres hacia arriba", al advertir cómo se resistían o le mandaban a paseo cuando él tiraba de ellas -y una buena colección de ellas- hacia abajo). Pienso que más bien de lo que hablas es de eso que Juan Pablo II llama "el genio de la mujer": Él dice que "frente a la gradual pérdida de la sensibilidad por el hombre, por todo aquello que es esencialmente humano, el momento presente espera la manifestación de aquel «genio» de la mujer, que asegure en toda circunstancia la sensibilidad por el hombre, por el hecho de que es ser humano”. Habla también de la primacía del amor como “profetismo de la mujer”, de cómo ella está especialmente llamada a recordar a todos, mediante el testimonio del don de sí misma, que cada ser humano merece ser tratado con amor: "La dignidad y vocación de la mujer -dice- se encuentra en recibir y dar amor, en mantener viva la llama del amor, para que el ser humano no desfallezca en la gélida noche del desamor".

    Esa Carta ("Mulieris Dignitatem") es lo más bonito -sin desmerecer tu preciosa entrada- que he visto escrito sobre las mujeres. No sé si es muy correcta políticamente (un día que osé decir en medio de una comida que la mujer está mejor dotada para ponerse en el lugar del otro y para la generosidad y la entrega, casi me corren a gorrazos, ellos y ellas), pero es una verdad como un templo. Y casi seguro que a Néstor fue una mujer quien le cogió la mano, no sé si más maciza o menos, pero seguro que con un gran deseo de transmitir calidez, tranquilidad y afecto.

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  6. Jo, cb, qué bien, qué bien dices lo que yo quería decir sobre las mujeres. Sí, tenía de fondo esa idea de la mujer como ser que acoge, pero de una manera vaga, como un recuerdo de cosas leídas en JPII y B16. Muchísimas gracias por ponerlo.
    Veo que Enrique Baltanás y tú coincidís conmigo en que no os gusta la actitud de Goethe ante las mujeres.
    También me alegra coincidir con Il venturetto y Néstor en lo importante que es experimentar el cariño concreto, aunque Il venturetto acabe con un exabrupto que no niega la mayor.
    Enrique, ya ves qué nivelón de comentarios.

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  7. gracias, profe, qué contentos estarán tus alumnos, qué notazas debes de poner. Pero el que lo dice bien es Juan Pablo II, y nosotras las que tenemos que recordarlo y dar la talla, como nuestras madres, ya que hablabas de ellas. Ellas son así, viven para los demás con toda naturalidad, a nosotras no nos sale tan fácil. Yo a la mía desde luego no le llego a la suela del zapato. Aunque, ahora que lo pienso, igual a ellas tampoco les fue fácil y tuvieron que aprenderlo, eso de la abnegación.... no lo sé. Tendría que habérselo preguntado.

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  8. Hay mujeres envueltas en alegría y serenidad, más poderosas en su humildad que reyes y príncipes. Supongo que el eterno femenino consiste en todas esas cualidades de las que carece la Vicepresidenta del gobierno.

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  9. El cariño concreto puede ser la necesidad momentánea de angustia, aunque para mí el cariño concreto no es más que el reflejo del cariño que me falta en todo el resto la vida diaria. Se me llena el alma de tristeza cuando veo a una mujer envuelta en alegría y no puedo compartirla con ella, e incluso se me llena de ponzoña cuando pienso que comparte es alegría con otro, y yo no tengo con quién compartirla. Es muy mala la envidia, y la soledad.

    Me uno a la opinión sobre la Vicepresidenta Vicevogue.

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