Y no era para tanto

Ayer me dieron la carta de libertad. Tres días y para casa. Sin dolores: ni antes ni en medio ni después. Sin problemas con la anestesia. Sin angustias (miedo, sí). Una cicatriz de bucanero. Llevo cinco días sin fumar (¡que dure!).

Cómo me he sentido: Lo dice por mí Enrique García-Máiquez, en su (mi) Autobiografía (en Casa propia, Sevilla, Renacimiento, 2004, p. 34, v. 1-8; los versos 9-14 también los pongo, porque también forman parte de mi autobiografía -no de ahora- y porque son lo mejor del poema, un mito de Narciso pleno de sentido -negativo-):

No he estado nunca solo. Siempre estuve

rodeado de amor. Tranquilamente

me dejaba querer: quiso la gente,

no sé por qué, tenerme en una nube

muy blanda de cariño. Yo flotaba

de mi madre a un amigo, de mi hermano

al recuerdo de un verso, del verano

a aquel silencio en el que Dios me hablaba.

Pero quise estar solo y ser más hondo.

Crispé los puños y apreté la boca,

y huí de los demás como una roca

que se suelta en un pozo. Y vi, en el fondo,

lo que busqué: a mí mismo, esta mirada

girando en espiral hacia la nada.

El cariño de mi madre -¡los ojos de mi madre!-, de mis hermanas, de los que viven conmigo, de los amigos que me llamaron, que vinieron a verme, de los que habéis escrito un mensaje aquí, de toda la gente que ha rezado por mí. Estoy rodeado de cariño.

Viendo tanto dolor alrededor, pensaba que era un egoísta por pediros oraciones: quizá yo no las necesitaba tanto como toda esa gente que he tenido alrededor estos días, aunque quizá sí. ¡Tan acompañado me he sentido y en el fondo tan tranquilo, que no me lo explico!