En Vitoria el día D tuve la mañana libre.
De paseo al lado de las vías del tren: allí cerca estaba Ajuria Enea, la casa oficial del presidente del Gobierno Vasco. Lo que descubrí es que es una casa en una zona de chalets que se hizo la burguesía vitoriana a principios del siglo XX.
Yo iba al lado, al Museo de Bellas Artes, otro chalet reconvertido. Había cuadros de pintores alaveses y vascos en general: Díaz de Olano, Fernando de Amárica, Gustavo de Maeztu, Zubiaurre, Zuloaga, Ucelay, Elías Salaverría. Una visita agradable, sin prisas.
Salí de allí y crucé las vías por un subterráneo: era un placer pasear como un burgués por esa zona, por los jardines de la Florida (castaños de indias florecidos también). Me llevé la alegría de ver una estatua de Ignacio Aldecoa (¡Sus cuentos: Young Sánchez, Salir de pobres!).
En la Catedral Nueva había una exposición sobre el Canciller Ayala, interesante, con algunas piezas muy llamativas. Pero lo mejor fue el propio interior de la Catedral Nueva, un intento neogótico más o menos logrado, con un programa iconográfico sobre el que me gustaría leer algo (la última vidriera era Pablo VI en la ONU: ¡sic!). En la girola han puesto ahora el Museo de Arte Religioso (otro ejemplo en este país de Catedral evolucionando a Museo), con piezas interesantes y alguna muy buena (un Greco, un Ribera). Para la geografía sentimental el retablo de Fontecha, un pueblo del que hablaba mi padre.
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