En el viaje desde Vitoria acabé La cosa en sí, el último volumen de los Diarios de Trapiello.
Los prólogos de A. T. son siempre fundamentales. Como título del prólogo de este volumen estas tres letras: Msa, que al final descubres que significan Manéjese según arte. Es otro elemento crítico que ayuda a explicar lo que son estos Diarios, que se escapan a los esquemas del género (muy graciosas las críticas de A. T. a los filólogos que querrían que se atuviera a esquemas más tradicionales) y que se están convirtiendo en la obra más importante de la literatura española de los últimos veinte años.
Con Msa explica T. que esos Diarios tienen siempre los mismos ingredientes, pero en proporciones desiguales: por ejemplo en este volvemos a encontrarnos a los Panero y decimos: hombre, siguen igual de raros; aparece después de varios volúmenes la antigua dueña de Mirto y es como si nos reencontráramos con una vieja amiga. Me hizo gracia que vuelva a aparecer la librería de viejo de aquí, en la Rúa nova (esta vez los trata bien). Compruebo con alegría que Homero va ganando enteros en cada uno de los volúmenes recientes. Ya casi no aparece Gómez de la Serna, poco Baroja (en los primeros volúmenes salían mucho), pero sigue J.R.J.
Es interesante también cómo cada volumen tiene características propias y a la vez enlaza con los demás. En este la portada del avión que tira un libro en cuya portada aparece un avión que tira un libro, etc. remite a otros volúmenes en los que A. T. recordaba lo que le gustaba ver una escena en una caja de palillos de un avión que tiraba una caja de palillos, etc. Lo interesante es que eso se convierte en este volumen en una cuestión recurrente, la mise en abyme, esas escenas especulares que pueden dar a veces un poco de vértigo.
En este proceso de recursividad (por decirlo con pedantería), la figura central de este volumen es Ramón Gaya, que ya había muerto cuando A. T. recoge en estos Diarios lo que pasó el año 2000. Respecto a otros volúmenes, M. y R. casi no aparecen (R. hace la foto -muy buena- de su padre que aparece en este volumen) y G. solo un poco. Me da pena que sus hijos se hagan mayores.
Aparece también varias veces el Preferiría no hacerlo de Bartleby: en una discusión filosófica (a partir de un libro de la propia editorial de los Diarios, Pre-textos) o en el retrato que hace de Vila-Matas, autor de un libro titulado Bartleby, muy jaleado por los modernos.
Críticas: el papel nuevo, que permite que el volumen no sea excesivamente grueso no me acaba de convencer, es casi papel biblia. Eché de menos algo más de Las Viñas.
Lo mejor: los viajes a México y Colombia. El retrato de Vila-Matas: supongo que le sentará como un tiro, pero es graciosísimo.
Van apareciendo otros comentarios: aquí, aquí, aquí, aquí.
Los prólogos de A. T. son siempre fundamentales. Como título del prólogo de este volumen estas tres letras: Msa, que al final descubres que significan Manéjese según arte. Es otro elemento crítico que ayuda a explicar lo que son estos Diarios, que se escapan a los esquemas del género (muy graciosas las críticas de A. T. a los filólogos que querrían que se atuviera a esquemas más tradicionales) y que se están convirtiendo en la obra más importante de la literatura española de los últimos veinte años.
Con Msa explica T. que esos Diarios tienen siempre los mismos ingredientes, pero en proporciones desiguales: por ejemplo en este volvemos a encontrarnos a los Panero y decimos: hombre, siguen igual de raros; aparece después de varios volúmenes la antigua dueña de Mirto y es como si nos reencontráramos con una vieja amiga. Me hizo gracia que vuelva a aparecer la librería de viejo de aquí, en la Rúa nova (esta vez los trata bien). Compruebo con alegría que Homero va ganando enteros en cada uno de los volúmenes recientes. Ya casi no aparece Gómez de la Serna, poco Baroja (en los primeros volúmenes salían mucho), pero sigue J.R.J.
Es interesante también cómo cada volumen tiene características propias y a la vez enlaza con los demás. En este la portada del avión que tira un libro en cuya portada aparece un avión que tira un libro, etc. remite a otros volúmenes en los que A. T. recordaba lo que le gustaba ver una escena en una caja de palillos de un avión que tiraba una caja de palillos, etc. Lo interesante es que eso se convierte en este volumen en una cuestión recurrente, la mise en abyme, esas escenas especulares que pueden dar a veces un poco de vértigo.
En este proceso de recursividad (por decirlo con pedantería), la figura central de este volumen es Ramón Gaya, que ya había muerto cuando A. T. recoge en estos Diarios lo que pasó el año 2000. Respecto a otros volúmenes, M. y R. casi no aparecen (R. hace la foto -muy buena- de su padre que aparece en este volumen) y G. solo un poco. Me da pena que sus hijos se hagan mayores.
Aparece también varias veces el Preferiría no hacerlo de Bartleby: en una discusión filosófica (a partir de un libro de la propia editorial de los Diarios, Pre-textos) o en el retrato que hace de Vila-Matas, autor de un libro titulado Bartleby, muy jaleado por los modernos.
Críticas: el papel nuevo, que permite que el volumen no sea excesivamente grueso no me acaba de convencer, es casi papel biblia. Eché de menos algo más de Las Viñas.
Lo mejor: los viajes a México y Colombia. El retrato de Vila-Matas: supongo que le sentará como un tiro, pero es graciosísimo.
Van apareciendo otros comentarios: aquí, aquí, aquí, aquí.
Sí, Trapiello es bastante competente.
ResponderEliminarConforme van pasando los años y los tomos de estos diarios de Trapiello, la pregunta que me hago es si, en el fondo, no son una forma bastante insólita de narración anticonvencional: una narración sin argumento ni historia, apenas una sucesión de instantes, o bien mil historias que aparecen y luego se van... todo ello de la mano de un escritor que siempre ha entendido que sólo desde la manera tradicional de narrar se puede escribir algo que merezca la pena. Vamos, algo así como si Trapiello fuese configurando una gran obra en contra de sus propios criterios.
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