Me habían invitado a una cena de profesores; a la inmensa mayoría no los conocía.
A la espera de que llegaran todos nos fuimos a tomar una cerveza; en la conversación uno dijo que -sin revelar nombres, no fuera a haber luego represalias- había oído hablar de un arqueólogo que bendecía la mesa cuando estaban en una excavación. Pasamos a los visigodos: ese es un campo copado por los del Opus. A continuación rajaron sobre el Consejo de Investigaciones Científicas; entre otras cosas, esta frase: ya sabéis, lo crearon los del Opus.
Ahí se me ofrecían dos posibilidades: decir que yo era del Opus o callarme. En el primer caso se produciría una situación violenta, en el segundo yo podría abonar con mi actitud la idea del secretismo del Opus.
Me callé; supongo que en parte por educación aunque me temo que también por un cierto miedo a montar un pollo, o al menos a que se produjera una situación incómoda.
Luego, en la cena -muy agradable- se habló de los grandes maestros de la especialidad a la que pertenecían la mayoría de los presentes (no, no eran de griego). Anécdotas, muchas de ellas seguramente ficticias. Rajamos de los nuevos vientos universitarios, esa tríada: calidad / plan estratégico / innovación. Un profesor argentino me contó las dificultades que tienen las hijas de Marechal para recuperar los manuscritos de su padre. A propósito del hecho de que nadie lee lo que publicamos en revistas científicas, y de que sólo se lee lo que está en inglés, un profesor dijo que Álvaro D'Ors (por cierto, hoy se cumple el aniversario de su muerte) publicó sólo en español y todos los romanistas del mundo le leían. Nadie dijo que era del Opus Dei.
Y en esas estamos, planteándome la posibilidad de ponerme una chapita, como los mormones, para evitar luego situaciones violentas. Pero es que justo lo de la chapita es de lo más contrario a lo que es el Opus Dei. Deberían saber que lo soy -la gente que me conoce lo sabe-, pero sobre todo por el nivel de mi trabajo.
Bueno, al menos aquí, en el blog, no hay dudas de dónde estoy.
La escena que cuentas es tipiquísima en España y semejantemente se aplicaría a los que nos revelan que ése o ésos son del PSOE o del PP (o de cualquier otro grupo o partido) y ésa es la razón del puesto que ocupan o su éxito. Por supuesto que, todos lo sabemos, en ciertos casos lo que se dice es verdad.
ResponderEliminarYo ni soy del Opus Dei ni me he formado en sus centros, digamos que lo conozco de manera tangencial. Lo cierto es que lo respeto mucho, aunque tenga mis reservas en algunos puntos y en otros mis aplausos, y me sorprende que la gente juzgue y raje porque sí, muchas veces sin saber.
ResponderEliminarEs graciosa y significativa la escena que cuentas.
Tengo siete hermanos y sólo por eso en el colegio -aun antes de saber yo la existencia de la Obra- algunos decían..."Esos, del Opus, seguro".
Arp, no creo que sea justo decir que por el nivel de tu trabajo la gente debería saber que eres del Opus. Buena gente trabajadora la hay en todos sitios, aunque es verdad que sea algo incardinado en la espiritualidad del Opus. Pero ahí noté un pelín de injusticia en tus palabras.
ResponderEliminarHoy en día no es fácil ni ser del Opus ni ser jesuita ni ser creyente. El mundo va por otros derroteros. Eso no lo veo ni bueno ni malo. Son los signos de los tiempos y creo que al final serán las buenas obras las que definan el futuro del cristianismo. Cristo habló de poner la otra mejilla. Tú la pusiste y creo - y no pretendo ser presuntuoso - que en ese momento te comportaste como un cristiano. Ya tendrás tiempo de demostrar el sentido de la caridad, no desde el revanchismo ni la queja, sino desde la compasión que el cristiano siente por toda criatura humana. Y especialmente por el pecador y la persona confundida.
El resto de profesores dijo lo que opina, nadie le obligó a no contestar. No será siempre culpa de los otros. Nadie es peor por criticar al Opus, de su opinión y no se recree tanto en el victimismo-cristiano-incomprendido.Deje el cilicio.
ResponderEliminarPero bueno, supongo que dentro de una Iglesia que se declara Universal para muchos también será difícil de entender la existencia de grupos cerrados, endogámicos y de espaldas al resto dentro de la misma. Si todos hicieran lo mismo...Clubs Privados en la Iglesia, ¿ese era el mensaje?
Otra iglesia dentro de la iglesia para la nueva evangelización de los ultraconservadores. Pues no, no vamos a volver a las cavernas.
Concuerdo con el comentario del otro usuario anónimo. Por frases como esa, la del nivel del trabajo, digo, tiene el opus la fama que tiene, como de logia. Y no te reprocho la frase, Compostela, porque es algo que machacan siempre en la Obra. Y aunque no esté nada mal -es muy "cool" esto de la excelencia y eficiencia en el trabajo- no es, ni de lejos, lo medular del mensaje de Cristo. La idea es "mirad como se aman" y no "mirad que eficientes y excelentes son". Te comportaste entonces como un cristiano, con caridad y no presunción, y no creo que necesites ponerte una chapita. Me encanta tu blog (y no porque seas del Opus!)
ResponderEliminarA los anónimos y a Andrés:
ResponderEliminarPor los comentarios veo que no me he expresado bien y que tendría que corregir lo que he escrito. He pensado hacerlo, pero entonces no se entenderían los comentarios, así que me corrijo aquí: es evidente que por la calidad de mi trabajo no tendría nadie que reconocerme como miembro del Opus Dei, por el simple hecho de que hay un montón de gente que trabaja muy bien y no es de la Obra, y luego estoy yo, que debería trabajar bien, porque debería darme cuenta del valor sobrenatural del trabajo, y no trabajo tan bien como debiera.
Lo que tendría que haber dicho es que la gente me debería reconocer como cristiano (no como alguien del Opus Dei) por mi trabajo y por los demás aspectos de mi vida. También por mi forma de hablar, por mil cosas. Eso no quiere ser, pues, una declaración de exclusividad o de excelencia.
Andrés, no critico a los profesores: de hecho el 90 % de la conversación fue muy interesante; sólo quería reflejar una situación embarazosa para mí y el hecho de que no me atreviera a explicar que yo era de la Obra y que de hecho sobre visigodos está Orlandis y punto y que el CSIC lo empezaron algunos del Opus Dei y otros que no lo eran. Quizá sí que sea criticable el hecho de generalizar y una cierta idea vaga de que el Opus lo controla todo.
Al segundo anónimo: el hecho es que, por supuesto, el trabajo no es lo central en el Opus Dei, lo central, por descontado, es Cristo, como no podría ser de otra manera en la Iglesia. Lo que pasa es que la mayoría de la gente desarrollamos buena parte de nuestra vida en el trabajo y ahí también tenemos que descubrir a Cristo, algo que por supuesto no es exclusivo del Opus Dei.
Arp; en efecto, a Cristo se le encuentra allí donde está uno: en el trabajo, en la familia, en la calle. Y también frente y con los pecadores, de los que nosotros formamos parte.
ResponderEliminarPero tengo mucho interés en conocer la espiritualidad de la gente del Opus. Sé que el otró día pusiste una paradita donde ofrecías una serie de libros acerca/sobre el Opus. Los conozco y me parecen bien, pero no es eso lo que me gustaría conocer. Admiro tu blog por la finura con la que escribes, por el respeto que muestras hacia tus lectores y por tu sinceridad. Por eso me animo a plantearte a ti la pregunta sobre la espiritualidad del Opus - bueno, no tanto la del Opus, sino la tuya particular, como miembro de la prelatura. Y para ello tengo curiosidad por la alteridad, por saber con quién dialoga tu espíritu de cristiano. Cristo se definió continuamente en la alteridad y a menudo pienso que lo lejano lo que mejor nos caracteriza.
Hablabas de Cantalassema, capuchino, gran especialista de la Lectio Divina, como lo es Martini, de quien es muy amigo y han colaborado a menudo. ¿Qué opinas de ellos no personalmente, sino como autores? ¿Y de Bruno Forte? Hablo de autores católicos que entran dentro de la Ortodoxia pero que representan sensibilidades teológicas algo distintas a las clásicas del Opus Dei. Ratzinger tampoco es exactamente igual a Wojtyla y sus críticas al tomismo siempre han sido acerbas.
Quiero que sepas que son preguntas que planteo desde el respeto y la admiración.
Si te refieres a libros que lee la gente de la Obra, hay de todo. Lo común es leer el Nuevo Testamento todos los días, pero en lo demás hay para todos los gustos. Yo bromeo con alguno sobre que es philippista, de Jacques Philippe, que a mí no me dice mucho.
ResponderEliminarBien, te puedo hablar de lo que me gusta a mí: sobre todo estudios bien apoyados en la Sagrada Escritura. Es lo que encuentro en Ratzinger, Cantalamessa, Scott Hahn, Newman. De Martini sólo sé que es biblista, y eso hace que le mire con simpatía, aunque no he leído nada suyo. También el hecho de que Cantalamessa estudiase clásicas añade un motivo más a mi aprecio por lo que escribe.
De clásicos, Los nombres de Cristo de fray Luis de León, las obras de santa Teresa y santa Teresita. Me interesa mucho Edith Stein.
En general tiendo a lo germánico y a lo anglosajón, también en literatura. Lo francés no me atrae demasiado, salvo casos concretos.
En España es todavía difícil no tentarse la espada cuando surge alguna cuestión sobre la religión. Pero tengo la sensación de que eso está cambiando.
ResponderEliminarCompostela, entiendo lo de descubrir a Cristo en el trabajo. Todo bien. Pero creo que habría que pensar si descubrir a Cristo en el trabajo implica primera o, al menos, tan enfáticamente, la excelencia como meta. Entre otras cosas, porque como sutilmente esto pone el acento en el resultado y no en la disposición interior, podría correrse el riesgo de convertir el trabajo o, peor, el éxito en el trabajo, en un fin en sí mismo, y a Cristo en un mero justificativo de otra cosa. Mi crítica, entonces, es de acento o énfasis, y no de fondo. Pero, a veces, los acentos hacen como un chirrido.
ResponderEliminarNo es por nada, pero me parece que Andrés ha sido un poco agresivo en ese comment. ¿A qué viene acusar al otro de victimismo y decir "deje el cilicio"?
ResponderEliminarA lo mejor son cosas mías, que soy sensible, pero nunca me han gustado las frases tipo "no me das ninguna pena". A lo mejor es que Arp no pretendía dar ninguna pena, así de sencillo.
Sé que te gusta Scott Hahn, pero no creo que nadie pueda afirmar que se trate de un teólogo importante u original. Cantalamessa, Ratzinger y Newman son otra cosa y creo que sería bueno el separarlos. En general, tiendes a los teólogos de base conservadora, lo cual no es ni bueno ni malo. Yo también prefiero a Ratzinger muy por encima de Küng. Pero, por ejemplo, ya que hablas de tu estima por los alemanes, el abanico que presentas es muy estrecho. No creo que hoy en día se pueda hablar de teología sin tener en consideración las aportaciones de Balthasar, de Rahner o de Metz. Son tres autores muy distintos entre sí, alguno acallado por el Vaticano como Metz, pero que son muy respetados por el actual Papa. El diálogo polémico y crítico entre Ratzinger y Metz, publicado en Trotta, es una auténtica joya para confrontar dos pensamientos y dos actitudes dentro del catolicismo. Asombra el respeto que se tienen y el filo intelectual que brilla entre ellos. Con estas lecturas que propones no sé si hay una amplitud intelectual que se pierde.
ResponderEliminarHe oído decir que la gente del Opus no tiene plena libertad a la hora de elegir los libros y los autores que va a leer. En tu caso Arp, libremente podrías leer alguna de las Cartas Pastorales que escribió martini como arzobispo de Milán sin pedir permiso. ¿Te sería lícito leer el diálogo entre Ratzinger y Metz sin consultar a tu director espiritual? ¿Los libros sobre el cristianismo de Jacinto Choza, que fue miembro del Opus Dei? ¿La biografía del jesús histórico, escrita por el sacerdote católico John P. Meier y que ha sido defendida por nuestro admirado Cantalamessa? ¿Las memorias de Congar con la carta terrible que escribió a su madre sobre el dolor que le ocasionaban ciertas posturas de la Iglesia de Pío XII? ¿Tendrías que consultar a alguien para leer los ejercicios espirituales que Bruno Forte dictó al Papa?
Insisto una vez más que mis preguntas son planteadas desde el mayor de los respetos y con el deseo de entender mejor lo que representa el Opus Dei dentro del catolicismo.
Coincido en tu fascinación por Flannery O'Connor. Soy el anterior anónimo. Jacobo
ResponderEliminarAl segundo anónimo, sobre el trabajo: creo que queda claro que el trabajo no es el fin, el fin es unirse a Cristo, pero para eso lo que hacemos es darle nuestra vida, en la que está también el trabajo, que tendríamos que intentar -con la gracia de Dios- que sea lo mejor posible.´
ResponderEliminarNo sé si te estás refiriendo a lo que decía Max Weber sobre el calvinismo y la ética del capitalismo (y quizá a lo que dicen algunos sobre el Opus Dei como el paralelo católico de eso).
En el Opus Dei no se defiende el éxito en el trabajo como signo de predestinación ni hay una 'ética capitalista' del trabajo. Tampoco se busca la 'excelencia' por sí misma, de modo 'empresarial'.
El fracaso profesional, el quedarse en el paro, el trabajar a medias o mal son realidades que forman parte de la vida de la gente del Opus Dei.
Uno puede trabajar bien, medio bien o mal, pero está claro que lo deseable es ofrecerle a Dios un trabajo bien hecho; cuando uno trabaja mal -yo trabajo mal muchas veces-, pide perdón a Dios, se confiesa y le pide ayuda para recomenzar. Y así nos pasaremos la vida.
Pero lo de menos es el éxito, con el que habría que saber lidiar, caso de que llegara, porque puede ser una gran tentación, claro está.
Creo que en el fondo estamos de acuerdo, sólo que no me expliqué bien en mi malhadado post de la chapita.
Rocío, a Andrés se le permite aquí ponerse un pelín faltón, como viejo lector que es del blog.
ResponderEliminarDe todas maneras, estoy más de acuerdo contigo que con él: no quería dar ninguna pena, sólo contar una situación un poco extraña y plantearme algunas cosas a propósito del episodio, que estoy repensando gracias a vuestros comentarios.
Jacobo, creo que me sobrevaloras: no soy teólogo ni experto; me interesa pero no he llegado a un nivel de profundidad suficiente. Por ahora me gustaría seguir leyendo a Ratzinger/B16, Cantalamessa y similares. No sé si tendría cuerpo para meterme con autores más profundos, porque mi trabajo intelectual sobre todo se lo dedico al mundo clásico. Me interesaría conocer más a Balthasar, aunque lo que he leído de él hasta ahora me parece como 'frío', aunque interesante, claro. Rahner y Metz, si te digo la verdad, no me atraen casi nada, y Küng, los teólogos de la liberación, Tillich, la teología postmoderna y similares no me atraen nada. Yo lo que quiero es conocer mejor a Cristo, yendo por caminos más o menos seguros, no buscar los límites. Si esa búsqueda de los límites es fructífera, ya tendré ocasión de leer más adelante esos libros. Si no, me habré evitado líos, y hay cosas con las que prefiero no jugar. Pasó con la moda del marxismo, que me pilló en la adolescencia, como Freud o Nietzsche: estoy contento de no haber leído nada de eso. Líos que me he evitado. La gente dice: ¡Nietzsche es muy interesante! pero yo he conocido a bastantes que han perdido la fe leyéndolo. Me alegro de no haberme puesto en esa situación.
ResponderEliminarSobre si tengo plena libertad para leer cualquier cosa: tal como tú parece que lo entiendes, no.
Yo leo libros para que me ayuden; no tengo mucho interés en ponerme en los límites. Sería absurdo que leyera cosas que podrían ser para mí menos una ayuda que otra cosa; sobre todo si pusieran en peligro mi fe: en ese caso no es cuestión de que me lo permitan o no -ni me planteo preguntarlo- sino de que está en juego el primer mandamiento y mi inteligencia no puede ponerse por delante -sería además presuntuoso- del amor de Dios. Por ejemplo Rahner parece que es muy abstruso y que coqueteó demasiado con Kant (se lo critica Ratzinger); Metz me parece que también está en unos planteamientos problemáticos, seguro que con cosas muy interesantes pero que me superarían. Si me dedicase a la teología lo estudiaría y seguro que me resultaría muy interesante, pero ahora tengo de sobra con lo que estoy leyendo. No creo que tuviera ningún problema en leer las cartas pastorales de Martini, ni ¡por supuesto! unos ejercicios espirituales a un Papa. De Choza leí hace años un libro de antropología y estaba muy mal redactado; luego empecé uno sobre Ulises y no me gustó: se me quitaron las ganas de leer más.
Sobre el Jesús histórico espero con enorme interés el libro que va a publicar B16. Ante de ponerme a leer algo que pienso que puede ser problemático pido consejo y si me aconsejan que no, pues no lo leo. Pero todavía no me ha pasado eso con libros de teología; para mí no es un problema no haber leído a Metz. Hay muchos libros en el mundo y al fin y al cabo no se trata de leer lo último sino lo importante y para mí lo más importante es el Nuevo Testamento (que leo en griego) y el Antiguo, y todo lo que me ayude a conocer y querer más a Cristo.
Gracias por tu sinceridad Arp. Ahora no puedo contestarte, pero me gustaría hacerlo con calma. Un saludo, Jacobo.
ResponderEliminarArp, has mencionado a Newman (supongo que el cardenal J.H. Newman). ¿Qué apreciación puedes darnos de sus escritos? ¿Qué te parece la 'Apologia pro vita sua'?
ResponderEliminarGracias Arp. No sólo por el fondo, sino por la forma de lo que dices. Me admiran tu valentía, tu sencillez y tu sinceridad.
ResponderEliminarSólo en una cosa discrepo: a mí me encanta Jacques Philippe.
Quería, si tienes a bien, que me aclararas algo: cuando hablas de "La vida en Cristo" de Raniero Cantalamessa, ¿te refieres a "La vida en el señorío de Cristo", estudio sobre la Carta a los Romanos publicado por EDICEP, o es a otra obra?
Joaquín: la Apologia de Newman es un libro muy interesante, aunque difícil a ratos: es una defensa de su posición, documentada al detalle y parece que un monumento de la prosa inglesa. Merece la pena, claro, aunque cuesta. Más asequible es Perder y ganar, una novela en la que Newman cuenta lo mísmo 'ficcionalizando': hay una muy buena edición en la editorial Encuentro.
ResponderEliminarA mí me faltan de leer las grandes obras teológicas, pero los sermones, los diarios, las cartas son maravillosos.
Verónica, a mucha gente que aprecio le gustan los libros de Jacques Philippe; a mí no me llegan tanto, aunque están bien.
El libro de Cantalamessa es ese, un comentario a la carta a los Romanos.
Veronica, me ha entrado la duda mirando el ISBN; el libro que yo digo es 'La vida en Cristo' publicado en PPC en 1997, pero he visto que hay otro (el que dices tú) anterior. No sé si será el mismo.
ResponderEliminarGracias Arp por ese comentario tan ceñido sobre el cardenal Newman. De acuerdo con lo que dices sobre la 'Apologia', que ha sido comparada con las 'Confessiones' agustinianas. Texto en parte que me parece poco conocido en el ámbito hispánico, tal vez porque está muy enraizado en las polémicas teológicas de las Islas. Curioso que afirme: "From the time that I became a Catholic [1845], of course I have no further history of my religions opinions to narrate" ('Desde mi conversión al catolicismo ya no tengo más historia que contar de mis opiniones religiosas'). No olvidar tampoco su serie de discursos dublineses "Idea de la Universidad", tal vez un tanto anticuada ya, y que yo leí con fruición en mi primer año de universitario.
ResponderEliminarNo quería ofender, ni muchismo menos, en el comentario anterior. Detesto al Opus Dei y lo que representa (y si cree que estoy generalizando también), pero debí razonar y no dejarme llevar por un calentón después de leer su pot. Aprendo de su perseverancia para explicarse, se lo agradezco, le repito que no quería ofender. Lo siento.
ResponderEliminarArp: gracias por tu respuesta, tan sincera como honesta. Entiendo que empleamos conceptos de libertad distintos. Para tí, la libertad está sometida a la verdad mientras que yo - aunque coincida en que es la verdad la que nos libera - no concibo una libertad que no acepte el riesgo del error. B16 afirmaba recientemente que la santidad es el camino del hombre que cae, pide perdón y se reconcilia.¿No crees que es la libertad, precisamente, el camino que nos lleva a la santidad? Una libertad que corre el riesgo de equivocarse y de pedir perdón, de palpar las heridas de Cristo allí donde todavía nos son ocultas. Entiendo tu miedo, pero no lo puedo compartir cristianamente. La fe en la cruz se pone a prueba en los límites, de ello estoy convencido. Si no la cruz sería algo muy distinto y el cristianismo una forma ideológica, una especie de moral más o menos elevada. Dices que ciertos autores podrían hacerte perder la fe, sin embargo Cristo - como nos recordaba JPII - nos invitó a no tener miedo. También Jesús se mezcló con gente poco recomendable e invitó a sus seguidores a que lo hicieran. Para curarles de sus pecados, por supuesto, pero también para compartir sus dolores, para atravesar sus ojos con la mirada de la esperanza y del perdón. Mientras que para el judaismo más convencional Jesús se equivocaba, él hizo uso de su libertad y se acercó a aquellos que podrían hacerle caer. Sé que no es exactamente lo mismo, pero apunta hacia la necesidad de los límites en el cristianismo. La verdad sólo pertenece plenamente a Dios y el hombre tiene el deber de tantear esa verdad, a pesar del error, a pesar de caer. Ratzinger dedicó su tesis doctoral sobre san Buenaventura precisamente a ese tema, a de qué manera la tradición y el dogma se actualiza en el tiempo y así el espíritu santo cumple su misión.
ResponderEliminarPor ello no termino de entender esa especie de miedo a la libertad, que veo casi como un miedo a la Cruz. ¿No te parece sorprendente que en todo el siglo XX el Opus Dei no tenga un sólo teólogo de importancia mundial? Me hablarás de Ocáriz, pero Ocáriz - un teólogo al que respeto y por el que siento simpatía - no es un autor de la talla de Balthasar, Rahner, Ratzinger, ni siquiera de un Congar, un Schöborn, un Ladaria, un Metz, un Forte... En cambio, sí que ha dado extraordinarios profesionales en casi cualquier otro campo de talla mundial. ¿Tendrá algo que ver con ese miedo a enfrentarse con los límites, ese miedo a perder la fe? Luego, disculpa, una pregunta más práctica. La persona que te indica si ese libro es apto para que lo leas o no - tu consejero o director - ¿es alguien realmente formado en ese campo como para dictaminar qué necesitas o no? Si es alguien que no ha leído a Metz - como es tu caso -, ¿con qué seguridad puedes decir que no es recomendable que alguien lo lea y sí, por ej., la teología política de Carl Schmitt (por hablar de otro teólogo político, muy amigo de Álvaro d'Ors, y de familia gallega y de ideología contrapuesta).
No sé, son muchas las preguntas que me hago. ¿Por qué se puede leer a Jünger (cuando su base filosófica es nietzchiana con una variante gnóstica - al final, se convirtió, pero no afecta a sus grandes obras) y no a Benjamin (le cito porque es el padre intelectual de los postulados de Metz)?
Jacobo
Se me olvidaba comentar que el libro de B16 sobre Jesús que está a punto de salir no es un libro sobre el Jesús histórico, tal y como él mismo ha reconocido, sino una crítica - en la que estoy de acuerdo - de las limitaciones que la investigación histórica de Jesús tiene para los cristianos. No es lo mismo. El libro hay que verlo en la estela de esa maravilla que es El Señor, de Romano Guardini, un libro que os recomiendo.Jacobo
ResponderEliminar"La fe en la cruz se pone a prueba en los límites, de ello estoy convencido".
ResponderEliminarYo también, pero no me parece bien ir uno a buscarlos.
No puedo compararme a Cristo, que no iba a los pecadores a ponerse en los límites, sino a atraerlos a Él; bueno, lo dices luego tú: "Para curarles de sus pecados, por supuesto, pero también para compartir sus dolores, para atravesar sus ojos con la mirada de la esperanza y del perdón."
No creo que el que en el Opus Dei no haya una figura teólogica única tenga que ver con 'el miedo a la libertad'; los teólogos que yo he conocido eran muy abiertos, innovadores, muy leídos; yo te hablaba de mi caso personal, sin una preparación teológica y filosófica especialmente profunda.
De hecho hay gente muy interesante: Ocáriz, Pedro Rodríguez, Illanes, Scott Hahn, Jutta Burggraf, Martin Rhonheimer (en teología moral), los autores de la última Biblia de Navarra. De hecho, llegar a ser el gran teólogo de una época no depende de uno; a mí tampoco me preocupa que
en el Opus Dei no lo haya; de lo que se trata es que la Iglesia los tenga; si es de una 'etiqueta' o de otra me es indiferente.
Si quisiera leer a Metz le preguntaría a alguien que supiera que tiene un juicio formado sobre él; posiblemente le escribiría a alguien de los que conozco de Navarra para preguntarle.
También preguntaría a quien tuviera criterio sobre Carl Schmitt, que me resulta muy ajeno (por lo poco que he leído de él) y no es que me muera de ganas por leerlo. Yo no tengo mucho interés por leer ni a Jünger ni a Benjamin, pero si quisiera, también me informaría.
De todos modos, primero quiero hacer lo siguiente: leer los más padres de la Iglesia que pueda, a Santo Tomas, también El Señor de Guardini, todo lo que pueda de Ratzinger, Cantalamessa, etc. Como ves, me queda mucho antes de plantearme entrar en otros ámbitos.
Soy filólogo, así que tiendo (en teología) a la exégesis, a los comentarios de la Escritura, a los libros de espiritualidad, a las obras de los grandes santos. Me atraen mucho menos los temas filósicos o teológicos abstractos y la teología moral y política. Y nada el derecho canónico.
Gracias una vez más por tu respuesta. Yo tampoco creo que haya que ir a buscar a propósito los límites, pero sí que no se pueden cerrar los ojos a él. Si en el pensamiento contemporáneo, marx, freud, nietzche o heidegger son esenciales, no se puede cerrar los ojos a esa realidad. Si Congar, Balthasar, Rahner, Lubac, Metz han conformado el pensamiento teológico del siglo XX, tampoco se puede vivir de espaldas a ello. Sé que no es tu caso - no eres teólogo ni parece que te interese especialmente -, pero sí que esa es la sensación que se tiene al leer los manuales de teología de EUNSA, por ej, que parecen anclados en un tomismo que no defiende ni B16. De ahí esa pobreza conceptual/teológica en la formación de tanta gente del opus dei y que después no veo en los otros ámbitos profesionales en los que se mueven.
ResponderEliminarJacobo
Al respecto de la entrada de Jacobo, me permito -con permiso de nuestro anfitrión- citar unas palabras especialmente lúcidas del a la sazón Cardenal Ratzinger, en su "Informe sobre la fe" -larga entrevista concedida a Vittorio Messori-:
ResponderEliminar"Gran parte de la teología parece haber olvidado que el sujeto que hace teología no es el estudioso individual, sino la comunidad católica en su conjunto, la Iglesia entera. De este olvido del trabajo teológico como servicio eclesial se sigue un pluralismo teológico que en realidad es, con frecuencia, puro subjetivismo, individualismo que tiene poco que ver con las bases de la tradición común. Parece que ahora el teológo tiene que ser, a toda costa, "creativo"; pero su verdadero cometido es profundizar, ayudar a comprender y a anunciar el depósito común de la fe, no "crear". De otro modo la fe se desintegra en una serie de escuelas y corrientes a menudo contrapuestas, con grave daño para el desconcertado pueblo de Dios (...)".
Más adelante, continúa diciendo:
"En esta visión subjetiva de la teología, el dogma es considerado con frecuencia como una jaula intolerable, un atentado a la libertad del investigador. Se ha perdido de vista el hecho de que la definición dogmática es un servicio a la verdad, un don ofrecido a los creyentes por la autoridad querida por Dios. Los dogmas -ha dicho alguien- no son murallas que nos impiden ver, sino, muy al contrario, ventanas abiertas al infinito".
Merece la pena leer el libro entero, de verdad que no tiene desperdicio.
Perdón, Arp, por lo largo de esta entrada, pero me parecía que venía muy al caso. En definitiva, y siguiendo a B16, a mí no me preocuparía en exceso si en el Opus Dei abundan más o menos los teológos de renombre, o si éstos son jesuitas, dominicos o benedictinos, sino si sus miembros son santos, y contribuyen con ello al crecimiento y al bien de toda la Iglesia.
En definitiva, parafraseando el título de uno de los libros del Card. Joseph Ratzinger, de lo que se trata es, no tanto de que nos miremos nuestro propio ombligo (¿soy o no teológo de prestigio?), sino que miremos de nuevo a Cristo.
Con todo afecto.
Hola Verónica: gracias por tu cita con la que estoy completamente de acuerdo. Pienso, entonces, que me habré explicado mal hasta ahora, porque lo que quería explicar no iba por ahí. Pero con lo que citas estoy totalmente de acuerdo y el libro con Messori es muy recomendable, no el suyo mejor, pero sí muy bueno. Jacobo
ResponderEliminarJacobo, tu tesis de la pobreza conceptual/teológica de la gente del Opus Dei es demasiado general: hay gente de la Obra que no pasará de un conocimiento normal de la doctrina de la fe (porque no tienen formación especializada) y otros que sí. No es fácil formarse a fondo para la mayoría de la gente: lo fundamental es querer seguir a Cristo totalmente. Y la inmensa mayoría de la gente del Opus Dei, deseando formarse, no puede dedicarle mucho tiempo a profundizar en las cuestiones teológicas más complejas.
ResponderEliminarLo que no es necesario (me parece) es seguir la línea del pensamiento contemporáneo, con una idea de fondo de un progreso lineal en el saber, al modo ilustrado. Marx, Nietzsche, Heidegger plantean cuestiones importantes, pero también tienen errores fudamentales. Como te gusta Flannery, recordarás Good Country People. No midas a los teólogos del Opus Dei por lo que yo hago: no leo a Heidegger porque no lo entendería, pero estoy seguro de que los filósofos y teólogos que son del Opus Dei están al tanto de todo eso y buscan una relación fructífera con el pensamiento moderno. Me viene ahora a la cabeza un profesor de teología que me habló de la importancia de Gadamer en el pensamiento contemporáneo.
Sobre los manuales de Eunsa yo no puedo juzgar del todo. Algún manual no me gustó (muy 'escolástico' = tradicional, repetitivo), pero puedes echarle un vistazo al de Escatología, de J. Alviar (creo que es filipino) que a mí me pareció muy bueno y en absoluto 'tradicional'. También el de Cristología de Ocáriz, Mateo-Seco y Riestra me pareció muy al día de las cuestiones, pero tú me dirás.
Tiene también planteamientos muy abiertos la Ética de la procreación de Martin Rhonheimer. A mí me sorprendió y me gustó mucho.
Muy bueno el texto que aporta Verónica: me alegra que a los tres nos guste.
Tienes razón Arp en que mi crítica era demasiado general y, por eso mismo, injusta. Te pido disculpas. Además, la entrada de Verónica me ha hecho entender que no he sabido expresarme demasiado bien, De hecho, la cita que apunta Verónica va en la linea de lo que yo quería expresar. Yo no creo que ningún católico niegue la verdad del dogma. Los teólogos que he citado no lo hacen. La actitud del teólogo, al contrario de la del filósofo, no va a la búsqueda de sino que se posiciona a la escucha de. Un filósofo piensa desde ex nihilo, un teólogo desde la palabra de Dios, la tradición de la Iglesia y el Dogma. Un católico tampoco vive sólo, sino que siempre se sabe acompañado y alentado por Dios. pero la cita de Ratzinger no puede ser cogida sola, como con pinzas, como hace Verónica, sino entenderla dentro del conjunto del magisterio de su autor. B16 dedicó su tesis doctoral precisamente a este tema: la acción del Espíritu Santo fecunda el Dogma y la Fe a través del tiempo. Por eso la tradición no es algo inmóvil, muerto, sino vivo. y en ese sentido - el de su recepción - cambiante en la medida en que se profundiza en su sentido. De ahí que Ratzinger en la cita de Verónica diga al final que el dogma se abre al infinito. El Opus Dei, mismo, por ejemplo, aporta un carisma nuevo a la Iglesia, que estaba ya presente antes en la fe, pero que san Josemaría supo ver, descubrir, desvelar con mayor claridad. En ese sentido, el no fue un tradicionalista sino un rupturista manteniendo la ortodoxia, alguien que supo ir más allá como siempre pedía san Ignacio a sus discípulos. Se trata de matices.
ResponderEliminarYo hablaba y me refería a estos límites que nacen de la humildad. Alguien dirá, soy humilde porque sigo la ortodoxia, porque me conformo con lo que me han dicho. Otros ven en ello, una forma de soberbia encubierta, una forma de poseer la verdad que no creo sea cristiana del todo. No digo que sea anti-cristiana, digo, pienso, que es una tentación. Puedo equivocarme. La humildad se la debemos sobre todo a la Verdad que es Cristo y que nadie puede apresar en su totalidad. Sabemos por fe que el Dogma es Verdad, pero el choque del dogma con la conciencia del hombre - volvemos de nuevo a Ratzinger - se profundiza gracias a la actuación del Espíritu Santo a través del tiempo. Esto que lo intentamos vivir como cristianos a lo largo de nuestras vidas, también lo vive la Iglesia. Aprender a discernir - volvemos a Ignacio - forma parte de este camino, de esta peregrinación, hacia Dios. Es por eso que el cristiano siempre vive en los límites: siempre apunta hacia lo desconocido, hacia el enorme misterio de la Cruz y el silencio del Padre. Sin pereginar - déjalo todo y Sígueme - no hay propiamente cristianismo. Como tampoco lo hay sin Cruz. Y eso no significa ir hacia los límites, porque ser cristiano - adherirse a Cristo como lo definió Romano Guardini - es vivir/ser límite. De ahí su radicalidad. De ahí también la importancia de la libertad.
Por eso planteaba yo la pregunta por la libertad que dejaste sin responder y que veo central no sólo para el teólogo, sino para la santificación. Y por eso planteaba el tema del miedo, del huir de la conciencia de límite. Pero, lo sé, estamos hablando de matices y estos son a menudo difíciles de explicar. Con este intercambio de opiniones, intentamos explicarnos y entendernos algo mejor y eso es hermoso. también intentamos aprender el uno del otro. Y sé que apenas nos separan pequeños matices.
Me hablas de la Escatología de Alvira, al que no he leído - mi referencia en este campo es la Escatología de Ratzinger, libro fabuloso, y muy posiblemente el mejor de los suyos junto con su Introducción al cristianismo - y tengo una magnífica opinión de Ocáriz y su trabajo. Eso no excluye que a veces detecte una excesiva rigidez en los planteamientos teológicos y vitales de mucha de los textos que leo de gente del Opus Dei. Repito que no quiero ser injusto, pero sí se trata de una sensación. Tú me dices que no es así y yo debo creerte.
Este post se debería alargar mucho más, pues veo que quedan muchos puntos sin tocar. A Verónica le quería decir que la edición de PPC de La vida en Cristo es una versión ampliada de la que se publicó en EDICEP, por lo que mejor que te hagas con la de PPC. Es un libro muy bueno. Un saludo a todos y espero no cansaros con mis tonterías.
Jacobo
Jacobo, interesantísimo tu comentario anterior. Ahora creo que entiendo mejor lo que dices y es tremendamente sugerente.
ResponderEliminarTodavía tengo que darle más vueltas: sé que me va a ayudar lo que dices.
Gracias Jacobo por tu interesantísima entrada. Mi formación es jurídica y filosófica, y de teología apenas tengo más que un barniz recibido en mi primera juventud. Tú -perdona que te tutee, pero esto del blog, y más en casa de Arp, da mucha confianza-, desde luego, eres mucho más entendido.
ResponderEliminarLa cita de Ratzinger, quizá, no fue del todo oportuna. La traje a colación por aquello que comentabas de ir a los límites en teología, y por el peligro que me parece a mí que entraña coquetear con otras corrientes de pensamiento sin ir pertrechado de un buen bagaje intelectual que te permita lidiar con las dudas doctrinales y/o morales que se te puedan plantear. Cierto es que, por el contexto de la cita de Ratzinger, éste no se estaba refiriendo a teólogos de la talla de Lubac, Garrigou-Lagrange, Balthasar, o cualquiera de los que mencionabáis, cuya fiabilidad está fuera de toda duda. De modo que sí, en efecto, la cita estaba sacada de contexto. Y de la misma no se puede deducir que el Papa no auspicie un decidido avance de la ciencia teológica, antes al contrario. Lo de las "ventanas abiertas al infinito" me parece una invitación al teólogo de lo más sugerente, un empuje a ser audaz dentro de "lo católico" que, precisamente, por estar fundado en la Revelación se muestra inagotable.
En este orden de cosas, recuerdo el reciente discurso de B16 a los Cardenales y Obispos de la Curia Romana, con ocasión de la Navidad, en que, al comentar lo que supuso su viaje a Alemania y su discurso de Ratisbona (ampliamente comentado en este blog), citando a Jürgen Habermas, con quien mantuvo un encuentro en la Universidad de Munich hace algunos años, habló de la necesidad de "pensadores capaces de traducir las convicciones cifradas de la fe cristiana al lenguaje del mundo secularizado para hacerlas así eficaces de nuevo. De hecho, resulta cada vez más evidente la gran necesidad que tiene el mundo del diálogo entre la fe y la razón".
En fin, por lo se refiere a la gente del Opus Dei, yo sí que creo que existen personas absolutamente relevantes en todo el campo de la ciencia y del pensamiento -no sólo filosófico y teológico, aunque también- pertenecientes a la Prelatura que están llevando a cabo una labor impresionante en la primera línea del campo de batalla de sus respectivas disciplinas. A este respecto, recuerdo haber oído hablar a Alejandro Llano -quien fuera Rector de la Universidad de Navarra- una vez en Madrid, con admiración de Gadamer, pero también de Kant (quíén lo diría, ¿verdad?), a quien considera como el más importante filósofo del pensamiento moderno, así como Heidegger, el cual preconizó -según él- el retorno a la Metafísica. Aunque es filósofo, creo que es un ejemplo relevante. Para mí, acostumbrada a oir hablar en términos mucho más académicos y "escolásticos", este hombre era un "revolucionario", porque, al mismo tiempo, hablaba dentro del respeto absoluto a la fe de la Iglesia.
Sólo quisiera romper una lanza en favor de Santo Tomás, cuyo santo acabamos de celebrar hace bien poco. Ya JPII en su Fides et Ratio hablaba de la absoluta vigencia de la filosofía tomista, y de la necesidad de seguir profundizando en su obra, aun a día de hoy difícilmente superable como "corpus" del pensamiento humano. De modo que no hay que considerarlo como algo del pasado, sino redescubrirlo, agradecidos y admirados (como hizo Flannery, verdad Arp?).
Siento extenderme tanto. Pero os diré que estoy disfrutando mucho. Gracias amigos.
Qué bueno, Verónica. Este intercambio de mensajes es el más interesante sin duda que ha habido en este blog. Ahora me alegro de haber escrito tan frívolamente aquel comentario, si al final hemos acabado en una conversación tan interesante como esta.
ResponderEliminarQueridos Verónica y Arp; tengo poco tiempo para contestaros y continuar esta charleta entre amigos. Creo que en mi anterior post me expliqué mejor y ahora, al menos, debatimos en un terreno más común, con menos malentendidos. Lo que apunta Verónica, recogiendo las palabras de B16 a la curia, me parece de una importancia esencial: la razón fecunda la fe, porque está al servicio de la Verdad revelada. De ahí esa necesidad tan imperiosa de entablar un diálogo entre ambos. La lección de los Padres de la Iglesia es precisamente esa: ellos supieron fecundar la fe de los apóstoles con unos parámetros culturales nuevos. Todos sabemos cómo se formó el concepto cultural y teológico del concepto Persona y su importancia crucial para el cristianismo y la historia del pensamiento y la cultura posterior. Sto. Tomás hizo algo parecido, redescubriendo la potencialidad aristotélica de la fe cristiana. De este modo, la fe habla a los hombres de todos los tiempos, también en el lenguaje de todos los tiempos. JPII que tenía en gran estima a Sto. Tomás - no en vano él era un fenomenólogo de raíz tomista, como San Benedicta de la Cruz - bebió muchas de los constructos filosóficos de la escolástica. También lo hizo del personalismo y de la fenomenología - es conocida su admiración y simpatía por Levinás. Ratzinger es menos tomista y eso también se nota en sus escritos. En sus memorias, cito sin tener el texto delante, dijo algo así como que: "cuando me enfrenté a la escolástica me di cuenta que era un bellísimo sistema metafísico lleno de respuestas a un sin fin de preguntas, pero que no contestaba a ninguna de las preguntas que llevaba inscritas en el corazón". De ahí que ratzinger girara hacia san Agustín, hacia los Padres de la Iglesia y hacia una lectura más platónica - y escriturística - del cristianismo. Yo también me siento más cómodo leyendo a Ratzinger que a JPII, pero no porque no crea en Sto. Tomás ni piense que la escolástica ya no sirve, sino porque me doy cuenta de que hay determinados aspectos de la realidad de la fe - de la realidad particular que el cristiano vive en su fe - que el tomismo no alumbra. Sospecho - Bruno Forte también lo hace - que el silencio final del Aquinate también tiene que ver con esto. El tomismo - Gilson, Pieper, lo demuestran - es una herramienta que te permite desentrañar muchas de las cuestiones del mundo. Pero no todas. Ratzinger afirmó en Ratisbona que el encuentro entre Grecia y la fe judía es parte de la historia de la Revelación. ¿Quién sabe si el redescubrimiento del componente hebreo de la fe cristiana o una fecundación del dogma desde postulados cercanos a los que defendieran Benjamin o Levinás no pueden ser parte también de la Revelación? Ahora os tengo que dejar. Me alegra saber que compartimos un mismo interés por este debate. Espero que las palabras de Rocío Arana no las pronunciara por este debate ya que creo que el debate está siendo respetuoso y en ningún momento he pretendido atacar a nadie. Un saludo, Jacobo
ResponderEliminarSólo una cosita más. Me gustaría recomendar un libro que a mi me ayudó mucho. Se trata de La audacia de la esperanza, del cardenal Martini en la editorial Verbo Divino. Son una serie de Lectios divinas, unas 20 creo recordar, que hacen un seguimiento del NT. En el libro hay muy poca filosofía, sino un acercamiento exegético y espiritual a los distintos pasajes desde el discernimiento ignaciano. Creo que es un libro que explicita muy bien lo que intentaba explicar del límite y de la ortodoxia. En el libro no hay nada que se pueda considerar heterodoxo, no hay críticas a la Iglesia ni a la doctrina. Pero sí queda de manifiesto que Cristo - como decía pablo - es un escándalo y lo será hasta el fin de los tiempos. Creo que, como lector de griego, a Arp le gustaría especialmente. Además, B16 ha declarado este año, el Año de la Lectio Divina y en esa declaración recomendaba la lectura de los libros de Martini como el gran maestro de la lectura del Libro de Dios. Jacobo
ResponderEliminarTomo nota de las lecturas (muchas) que estáis sugiriendo desde esta fecunda entrada. Como verás Arp, no fue tan malhadada. De hecho, espero que podamos retomar este debate en el futuro.
ResponderEliminarAl respecto de la cita de Ratzinger en el libro de su vida, sobre la falta de respuesta del tomismo a algunas de las cuestiones fundamentales de la vida -al menos desde una perspectiva cordial (en sentido etimológico, de "corazón"-), estoy de acuerdo. Salvando las distancias, a mí me sucede también leyendo a muchos autores en clara línea aristotélico-tomista a los que aprecio (Millán-Puelles, Cornelio Fabro), pero que, sin embargo, me dejan "fría", no me llegan al corazón. En ese sentido, comprendo a JPII cuando encontró en la fenomenología de Husserl y Edith Stein, y en el personalismo de Max Scheler, muchas de esas respuestas. De hecho, los tomistas más recalcitrantes denostan al personalismo, al que tildan de dejar de lado la sustancia, y centrarse en la "relación" (una de las categorías aristotélicas).Como si eso fuera algo malo.
Ello no quita para seguir afirmando la plena vitalidad de la filosofía de Santo Tomás, y la necesidad de su relectura. Buen ejemplo de la fecundidad de este pensamiento son Jacques y Raissa Maritain sin ir más lejos.
Yo también me alegro de que se haya suscitado este debate. Al menos ha servido para demostrar que no estamos tan lejos, y que el diálogo, cuando es verdadero, nos ayuda a mejorar y nos enriquece mutuamente.
Un saludo afectuoso.
En efecto, Verónica, yo creo que el camino más fecundo que se abre en la teología de hoy es la prosecución de la vía relacional que encuentra, su base última, en el diálogo relacional presente en la Trinidad. Sin esa relación entre las personas Dios no podría ser amor. El obispo Bruno Forte ha escrito páginas bellísimas al respecto - os recomiendo la lectura de sus sermones en la página web de su archidiócesis, Chieti-Vasto. A Cornelio Fabro no lo he leído. Millán Pueyes me aburre bastante, la verdad. La obra de los Maritain es un ejemplo de la fecundidad del tomismo.
ResponderEliminarEn cuanto a la discrepancia, el diálogo y el afecto, san Pablo nos invitó a ser uno en Cristo. Todo diálogo, y más entre cristianos, debe ser, creo yo, respetuoso, sin aspavientos, sabiendo que no podemos aportar más que nuestra pobreza. Lo demás, no sirve para nada.
Jacobo
Magnífica discusión. Lo que trae a la mente que hay "estilos teológicos" (expresión que tal vez fuese del agrado de H.U. von Balthasar). El Aquinate es propio de teólogos con poderosa formación filosófica (aristotélica, en discusión con el platonismo e incluso los presocráticos, pasados por las escuelas medievales judías y árabes). Pero hay seguramente otra aproximación al "discurso sobre Dios", que es la belleza. Reconozco que a mí me gusta mucho el "Tratado del Amor de Dios" de San Francisco de Sales, de quilates literarios muy subidos, y que vale, en su gracia narrativa, por muchos gruesos volúmenes de teología discursiva.
ResponderEliminarComo si estuvieran pensando en nosotros, Zenit publica hoy esta homilía del Papa que responde a algunas de las preguntas que nos hemos hecho. Jacobo
ResponderEliminarLa curación del sordomudo, en la que hemos meditado durante estos días, acontece mientras Jesús, habiendo salido de la región de Tiro, se dirige hacia el lago de Galilea, atravesando la así llamada "Decápolis", territorio multi-étnico y plurirreligioso (cf. Mc 7, 31). Una situación emblemática también para nuestros días. Como en otros lugares, también en la Decápolis presentan a Jesús un enfermo, un sordo que, además, hablaba con dificultad (moghìlalon), y le ruegan imponga la mano sobre él, porque lo consideran un hombre de Dios.
Jesús aparta al sordomudo de la gente, y realiza algunos gestos que significan un contacto salvífico: le mete sus dedos en los oídos y con su saliva le toca la lengua; luego, levantando los ojos al cielo, ordena: "¡Ábrete!". Pronuncia esta orden en arameo —"Effatá"—, que era probablemente la lengua de las personas presentes y del sordomudo. El evangelista traduce esa expresión al griego: dianoìchthēti. Los oídos del sordo se abrieron, y, al instante, se soltó la atadura de su lengua "y hablaba correctamente" (orthōs). Jesús recomienda que no cuenten a nadie el milagro. Pero cuanto más se lo prohibía, "tanto más ellos lo publicaban" (Mc 7, 36). Y el comentario de admiración de quienes habían asistido refuerza la predicación de Isaías para la llegada del Mesías: "Hace oír a los sordos y hablar a los mudos" (Mc 7, 37).
La primera lección que sacamos de este episodio bíblico, recogido también en el rito del bautismo, es que, desde la perspectiva cristiana, lo primero es la escucha. Al respecto Jesús afirma de modo explícito: "Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica" (Lc 11, 28). Más aún, a Marta, preocupada por muchas cosas, le dice que "una sola cosa es necesaria" (Lc 10, 42). Y del contexto se deduce que esta única cosa es la escucha obediente de la Palabra. Por eso la escucha de la palabra de Dios es lo primero en nuestro compromiso ecuménico.
En efecto, no somos nosotros quienes hacemos u organizamos la unidad de la Iglesia. La Iglesia no se hace a sí misma y no vive de sí misma, sino de la palabra creadora que sale de la boca de Dios. Escuchar juntos la palabra de Dios; practicar la lectio divina de la Biblia, es decir, la lectura unida a la oración; dejarse sorprender por la novedad de la palabra de Dios, que nunca envejece y nunca se agota; superar nuestra sordera para escuchar las palabras que no coinciden con nuestros prejuicios y nuestras opiniones; escuchar y estudiar, en la comunión de los creyentes de todos los tiempos, todo lo que constituye un camino que es preciso recorrer para alcanzar la unidad en la fe, como respuesta a la escucha de la Palabra.
Quien se pone a la escucha de la palabra de Dios, luego puede y debe hablar y transmitirla a los demás, a los que nunca la han escuchado o a los que la han olvidado y ahogado bajo las espinas de las preocupaciones o de los engaños del mundo (cf. Mt 13, 22). Debemos preguntarnos: ¿no habrá sucedido que los cristianos nos hemos quedado demasiado mudos? ¿No nos falta la valentía para hablar y dar testimonio como hicieron los que fueron testigos de la curación del sordomudo en la Decápolis? Nuestro mundo necesita este testimonio; espera sobre todo el testimonio común de los cristianos.
Por eso, la escucha de Dios que habla implica también la escucha recíproca, el diálogo entre las Iglesias y las comunidades eclesiales. El diálogo sincero y leal constituye el instrumento imprescindible de la búsqueda de la unidad.
¿Cuál es el profesor argentino que te habló de Marechal?
ResponderEliminarSaludos.
yo, tan contenta porque había encontrado un blog que se titula En Compostela, y me extrañaba tanto cristo, tanto cristianismo -demasiado espacio en un blog, como en una vida- y mira tú, del opus. yo no creo haber conocido a nadie del opus, sólo tengo las vagas referencias del vulgo, rumores sin base, pero que predisponen en contra.
ResponderEliminarAhora he leído a uno, y me resulta un poco excesivo, y no creo que sea porque yo no crea que cristo sea dios...
De todos modos, bien por estar ahí, no renegar de lo que crees, pero tampoco hay de qué sentirse orgullosos, y yo noto "ese pouquiño" de altivez nada cristiano
Un saludo desde Galicia.
¡Ah, los prejuicios! Como algunos de los que arriba comentan, yo era también de los creía que el Opus es un reducto de gente muy cerrada y ombliguista. Pero agradezco a este formidable blog el haberme enseñado que un reaccionario (como el autor se autocalifica) puede ser también una persona llena de curiosidad por la vida y la cultura, y más abierta y menos dogmática de lo que dictaminan las ideas preconcebidas.
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