sábado, 18 de noviembre de 2006

Francisco Giner de los Ríos

Es un personaje que quisiera conocer mejor. Por un lado recibió grandes elogios de importantes personalidades: Clarín, Galdós, JRJ, Antonio Machado, Unamuno. Por otra parte se me hace algo antipático, porque lo veo como el padre de una corriente intelectual y vital de España con la que no acabo de estar de acuerdo. Empezando por ese higienismo (excursiones a los montes -a los cercanos a Madrid, claro- para regodearse en una especie de panteísmo vagoroso) y siguiendo por sus reclamaciones de tolerancia, que al final eran una forma sutil de intolerancia. Y ese desprecio por los pobres españolitos pobres, sin salir de Madrid. Ese considerar toda la historia de España como un desastre, porque la veía presa de la Iglesia católica, su principal enemigo, aunque alardearan de tolerancia. Ese complejo de inferioridad ante Europa. Sus métodos pedagógicos prefiguran algunos aspectos interesantes de la renovación pedagógica, pero por otra son los antecedentes de lo peor de la educación actual. El último en esa línea sería ZP, aunque quizá sea muy injusto ponerle en el mismo grupo que Giner ¡ojalá!: pero él se reclama de esa línea.
Por recomendación de Dal leí el libro de Dolores Gómez Molleda, Los reformadores de la España contemporánea: ha sido muy instructivo para mí: era continua la comparación con lo que está pasando ahora; también la biografía de Giner de José María Marco, que se lanza a degüello.
Para caracterizar al personaje, este pasaje de Juan Ramón de viva voz, I, p. 326-7
Giner (...) que tenía, como toda la gente de la Institución [Libre de Enseñanza], la manía de encontrar los defectos a las cosas, comenzó a dar vueltas al libro [Unidad, de JRJ] hasta que vio el nombre de Francis Jammes, que no conocía, y tomándolo por un inglés creyó estaba mal escrito; Juan Ramón le hizo ver que estaba bien y que desconocía a tal poeta, y entonces Giner quedó apagado de ver que aquel jovencillo le había rectificado con razón; pero a los pocos días fue a buscarle a casa de Simarro habiendo ya leído las obras de Jammes y elogiándolas.
Zenobia le dice que esto de ver los defectos de las cosas también lo tiene él; pero Juan Ramón contesta que él los ve, pero no los busca, en tanto que ellos los buscan de propósito. Ella reconoce que es así y dice que quien ha heredado esto de un modo terrible es la nieta espiritual de don Francisco, Natalia Cossío.
Una vez, en una exposición sobre Clarín, una hispanista norteamericana ya mayor me recitó llena de arrobo el poema a Giner de Antonio Machado, ante su retrato. Parecía como que rezara.

3 comentarios:

  1. Yo también leí el libro de Marco (un día de estos lo comentaré) y lo que más me sorprendió es que a semejante iluminado le reverenciara gente de la categoría de Machado o Cossío. Cossío se dejaba abroncar por él sin decir ni mu. Algo debía de tener el tipo.

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  2. Me alegra que te gustase el libro de Gómez Molleda. Tiene otro de la masonería en la primera mitad del siglo XX que es estupendo. Por otro lado, no sé si conoces el de Enrique Menéndez Ureña (S.J., aunque él no lo dice), Krause, educador de la humanidad. Es definitivo.

    El de Marco, no está mal, pero me pareció peor que los anteriores (a mi juicio es más epidérmico y va menos a la raíz del tema).

    Tu entrada, excelente, la suscribo en su integridad. Por cierto, yo soy antiguo alumno del Colegio Estudio, heredero del Instituto Escuela y de la Insitución Libre de Enseñanza. Lo pasé bien, al margen de algunas broncas por salirme de su ortodoxia. Ahora, con la perspectiva de los años, constato lo equivocado de esa filantropía machadiana que cree que las cosas pueden funcionar como si Dios no existiese.

    Ahora, por lo menos tenía cierto nivel: no comparar con el Bobo Solemne, pf, que no hubiera pasado de primero de EGB (la clase 6 para nosotros).

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  3. Sí que me suena Menéndez Ureña: he leído algún artículo suyo, que me ayudó a descubrir en qué bases tan endebles se 'sustentaba' el krausismo.

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