Hinc iam bellum civile successit, exsecrandum et lacrimabile
De aquí vino ya la guerra civil, odiosa y causa de lágrimas
(Eutropio, Breviarium ab urbe condita, VI, 19, citado en el prólogo).
El libro de Plácido María (en el siglo Miguel) Gil Imirizaldu, Un adolescente en la retaguardia. Memorias de la Guerra Civil (1936-1939), Ediciones Encuentro, Madrid, 2006 (ya va por la cuarta edición), merece estar entre los recomendados para el que quiera hacerse una idea de la Guerra Civil (o al menos de una parte).
Últimamente había oído muchos elogios de dos obras de ficción sobre el tema, Incierta gloria, de Joan Sales y los relatos de Manuel Chaves Nogales, A sangre y fuego. En el caso de Sales algunas partes de tremenda fuerza y la interesante descripción de Barcelona y la franja, esa zona entre Aragón y Cataluña, junto a un personaje mefistofélico muy bien conseguido, no impiden que piense que es una novela fallida, que parece encontrar su culminación en el catalanismo religioso, cuando había empezado muy bien, en un existencialismo fuerte. Al final parece que lo único que importa es que los obispos en Cataluña sean catalanes: una pena y una muestra más de la tragedia del catolicismo en Cataluña, que será antinacionalista o no será (por ahora parece que no es). Más ilusión me hacía el libro de Chaves Nogales, porque me gustaron muchísimo sus crónicas periodísticas: algo falla y no se ve qué; quizá el exceso de realidad (algo así como lo que le pasa a Trapiello con sus novelas). Quizá es que no se pueda hacer una obra de ficción que merezca la pena sobre la Guerra Civil española, o no hasta dentro de medio siglo.
El libro de Plácido Gil es un libro de memorias de un chaval navarro de quince años, aspirante a benedictino, que se ve encerrado en Barbastro junto a los monjes de El Pueyo y contempla, después de unos días de reclusión, cómo van matando a los monjes. Él cuenta lo que vive, el fervor de los monjes, su preocupación por aquellos cinco casi niños que iban a pasar por la prueba de varios años sin sacramentos, sin la ayuda espiritual que habían tenido hasta entonces. Cuenta muchas peripecias y algo conmovedor, su esfuerzo por aprender catalán, para poder hablar con una señora que lo acoge como un hijo y que no sabe castellano, pero que tiene una fe que se puede cortar.
Cuando acaba la guerra y puede volver a casa, lo cuenta de tal modo -siempre muy sobrio- que me puse a llorar como un tonto. Me dan escalofríos cuando me acuerdo.
Ya había leído un libro sobre los claretianos que murieron en Barbastro (allí se ensañaron con los religiosos y con el Obispo; curas mataron a la mayoría) y ahora sé más de los benedictinos; sólo me faltan los escolapios. Todos ellos murieron como mártires (me refiero a la actitud, no sólo al hecho de que murieran por ser cristianos) y son una demostración de que la Iglesia española de entonces, a pesar de todas las críticas que les hicieran (y había mucho que criticar, seguro), tenía una vitalidad impresionante.
Maravilloso libro, pardiez, aunque desde el punto de vista literario se hubiera podido pulir un poco, pero qué le vamos a hacer.
Y la vida de este chaval, que al poco de llegar a casa se marchó a un monasterio benedictino y allí estuvo hasta ahora (más de 57 años) daría para otro libro, aunque parece que ahora está muy enfermo.
¿Y "Madrid de Corte a Checa" no vale? A mí me parece una novela espléndida, con una prosa tersa y un dramatismo contenido a pesar de todo. Pero no sé, porque "A sangre y fuego" también me gustó mucho.
ResponderEliminarFiándome de tus palabras, buscaré este libro.
Bueno, pero es una novela más de antes de la guerra ¿no? Sí, me gustó mucho, pero yo la sitúo en otra época, la anterior (no sé si me equivoco, porque la leí hace tiempo).
ResponderEliminar'A sangre y fuego' quizá la comparase con sus artículos de prensa, que son magistrales (por ejemplo, los de Cuatro historias de la República de la editorial Destino) y por eso me pudo decepcionar.
“La forja de un rebelde” de Arturo Barea es el libro que más me ha gustado sobre la G. Civil. Es también la historia de un antihéroe, de un perdedor. Literariamente es espléndida, muy barojiana. En estos momentos, estoy leyendo “La roja y la falangista” sobre las hermanas Constancia y Marichu de la Mora, señoritas a cual más insoportable, libro al que le sobran un par de cientos de páginas. He leído tres o cuatro veces “Madrid de Corte a checa” de Foxá, ese aristócrata snob al que veo como una simbiosis de Gómez de la Serna y Evelyn Waugh. Las dos primeras partes de su libro me parecen mejores que la última del Madrid rojo, tan rocambolesca y hollywoodense. De Trapiello, sobre la G. Civil, me sigue gustando mucho “La noche de los Cuatro Caminos”, otra historia de perdedores. Y, siguiendo con los perdedores, leed hoy el artículo de Marcos Ordoñez en El País sobre el policía Anguas, víctima de Salvador Puig Antich. Esto sí que es memoria histórica. Os copio la dirección web:
ResponderEliminarhttp://www.elpais.es/articulo/cultura/muerto/elpporcul/20061001elpepicul_1/Tes/
El autor de "Incierta gloria" me parece que es Joan Sales no Ferran Sales. Un saludo
ResponderEliminarLo he corregido, gracias
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