Ya me gustaría pillar Las grandes amistades, el libro de Raissa Maritain que recomienda Dal; mientras, me he tenido que conformar con una biografía de Oscar Wilde.
De entre la niebla de la literatura decadentista hay pocas cosas que me llamen la atención, seguramente por mi ignorancia, aunque hay algo de fondo que creo que nunca me gustará: ese flirtear con el demonio que es una frivolidad que al final se paga. No tengo ningún interés en Huysmans, sobre todo después de los feroces ataques de Bloy (aunque creo que alabó À rebours, Hernán sabrá), ni en Louÿs, ni siquiera en Baudelaire, Mallarmé o Verlaine (aquí creo que me paso, pero mi ignorancia me mantiene en la felicidad). De las copias decadentistas españolas, mejor no hablar: he tenido que leer recientemente Flor de santidad de Valle-Inclán y es una auténtica basura; no entiendo por qué le jalean tanto.
Respecto a Wilde, tenía una impresión ambivalente: me hacía gracia El fantasma de Canterville, los cuentos no estaban mal (algo melosos), pero no me convenció nada El retrato de Dorian Gray. De las obras de teatro no sé y no tengo mucho interés ni en De profundis ni en La balada de la cárcel de Reading.
Pero como salió una biografía de Joseph Pearce*, de agitada biografía** a su vez, que tiene muy buenos libros sobre Tolkien y Chesterton (y sobre otros escritores católicos, pero sin traducir), me puse a leerla: está bastante bien. No acaba de empatizar con el personaje, aunque lo mira con cariño. Realmente su biografía (salvo una gran virtud: que estudió clásicas y que al final de su vida leía el evangelio en griego cada mañana) no es muy admirable, más bien es muy rechazable.
Hay momentos tremendos, como esa parada en la estación, cuando lo llevan a la cárcel, en el que la gente le insulta, a él, que fue admirado como un gran esteta. Es una tremenda caída a los infiernos en la que tiene un papel la hipocresía victoriana, sí, pero también sus propias faltas: esos chavales jóvenes a los que pagaba, su familia abandonada: sus hijos pequeños, su mujer; luego está esa exaltación de la inmoralidad, quizá frívola, pero al final destructiva, que hizo y sigue haciendo tanto daño.
Muy triste es también su muerte en una buhardilla de París, solo, sin haber podido ver a sus hijos. Pero en el final, una luz fuerte: el amigo que lleva a un sacerdote, que le da los últimos sacramentos.
Al final de la jornada / aquel que se salva sabe / y el que no no sabe nada. Amigo Oscar, a ver si me echas una mano y podemos hablar largo y tendido sobre el decadentismo en el Cielo, aunque quizá tengamos otros temas mucho más interesantes.
*Joseph Pearce, Oscar Wilde. La verdad sin máscaras, Ciudadela, Madrid, 2006, 19.50 euros (yo leí un ejemplar de la Biblioteca de la Universidad).
**Página personal de Joseph Pearce. Aquí cuenta su vida: de la ultraderecha a la conversión gracias a Chesterton. Algunos artículos suyos en la red.
Aquí una entrevista en inglés sobre su libro.
Yo leí Grandes Amities, una lectura sencilla e instructiva acerca del camino de este matrimonio y su encuentro con Dios y con Bloy.
ResponderEliminarRecuerdo lo que cuenta la autora del bautismo, sin duda está ahí el misterio de los sacramentos.
Un lindo recuerdo, aunqeu creo qu mi ignorancia juega en contra a la hora de apreciar la riqueza del testimonio.
Sobre tu comentario "he tenido que leer recientemente Flor de santidad de Valle-Inclán y es una auténtica basura; no entiendo por qué le jalean tanto"; entiendo que un mortal como usted nunca entenderá a un genio-inmortal como Valle-Inclán. Le recomiendo lecturas al estilo Harry Potter, las cuales están a la altura de su estilo linguístico.
ResponderEliminarRealmente sí, soy mortal y seguramente no esté a la altura de Valle, de lo que me alegro infinito.
ResponderEliminarY Harry Potter me lo he leído entero: espero con ansiedad el último volumen.
¿Hay ironía en eso de "la altura de Valle"?
ResponderEliminarNo estaría bien porque Valle es una cumbre...
Pero ¿qué se creerá el/la usuario/a anónimo ése? Aquí nadie puede discrepar, o le tildan de no sé cuántas cosas... Por mi parte, querido Arp, te diré que me parece lo mismo Valle: una mierda (seguramente a mí me mandará a leer "Los tres cerditos").
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