Pasaba hacia la Quintana (marco incomparable) y vi que estaba tocando una orquesta. Allí me paré, me senté en una silla, miré con ojos tonantes a unas señoras que no paraban de hablar y disfruté del espectáculo. Un tiempo primaveral, tras varios días de canícula húmeda. Tocaban las campanas de la Catedral.
Casi media hora después me di cuenta de que no había instrumentos de cuerda; era una banda, de Ribadeo, me dijo luego una señora. Me gustaba que estuviera formada por adolescentes, jóvenes, maduros y señores ancianos, un tranche de vie, y qué bien tocaban, en aquel marco incomparable: un verdadero placer para mí, que no tengo ni idea de música y tengo una oreja en frente de la otra. Y qué bonito sería estar dirigiéndoles. Quién fuera director de orquesta, o tocar la flauta travesera en una banda de Ribadeo.
Los chavales de la banda sonreían: no eran como los de la Filarmónica de Viena, que hacen un chiste sin gracia cuando está previsto en el Concierto de Año Nuevo y luego ponen cara de preocupación el resto del tiempo. Que vayan a Viena los japoneses si quieren, yo me conformo con Ribadeo.
Luego vino el anticlímax: una banda de Boiro, conmovedora por su juventud, por el uniforme semimilitar, por los niños con un saxofón que tenían que poner de lado porque les llegaba a la pantorrilla, pero que en la segunda pieza se pusieron a tocar un mix de canciones de Abba. Ahí es cuando me fui.
Tres interesantísimas entradas, la del cura, la de Israel, la de la banda de Ribadeo.
ResponderEliminarSou unha musico da banda de Ribadeo, grazas por tan lindas palabras.
ResponderEliminarP.S. Espero que nos escoites algunha vez mais...Un abraza