viernes, 12 de mayo de 2006

Notas a Blade runner

Volví a ver Blade runner. Después de mi giro artístico copernicano, de la pedantería moderada de hace unos años a mi actual posición de sencillez y clasicismo estético, tenía miedo de que esa película me pareciera una basura, sobre todo porque les gusta a todos los modelnos.
La estética es tremendamente barroca; la casa llena de muñecos es claramente un recuerdo de La huella, de Mankiewicz (creo). Lo mejor, los anuncios con la señora japonesa en una gran pantalla. También es una gran idea la de situar la película en el Chinatown de Los Angeles: se ahorran dinero en efectos especiales, que son lo más caro de una película y lo que más se desgasta; basta ver las pocas pantallas que aparecen, de la época del Commodore y el ZX Spectrum. Hay una escena larga que ahora queda muy ridícula, cuando Harrison Ford mira una foto en una pantalla, mientras hace varios zooms. Supongo que entonces sería la caña, pero ahora da hasta risa; no se imaginaban que se inventaría el Photoshop.
La relación de Harrison Ford con la replicante me recordó al mito de Pigmalión (tendría que precisar eso).
El trasfondo de ideas de la película me sigue interesando poco. El guión está al servicio de la imagen. Como espectáculo no está mal, pero no la tengo claramente entre mis películas favoritas, sin ser mala. No acaba de emocionar: me da igual lo que les pase a los replicantes y la historia de amor es fría (por eso pensaba en el mito de Pigmalión). En todo caso, sería un mito de Pigmalión a medio cuajar, sin que la estatua llegue a vivir de verdad.

1 comentario:

  1. "Después de mi giro artístico copernicano, de la pedantería moderada de hace unos años a mi actual posición de sencillez y clasicismo estético..."

    Salvo que sea una ironía más fina que la de tu hoy no tan admirado Borges (que no detecto), ¿por qué me viene a la memoria nuestro (este sí) admirado Miguel d'Ors?:

    CAMINO DE IMPERFECCIÓN

    Joven,
    yo era un vanidoso inaguantable.
    "Esto va mal", me dije un día en el espejo.
    "Tienes que correjirte".
    Al cabo de unas semanas era menos vanidoso.
    Unos meses después ya no era vanidoso.
    Al año siguiente era un hombre modesto.
    Muy modesto.
    Modestísimo.
    Uno de los hombres más modestos que he conocido.
    Más modesto que cualquiera de ustedes.
    O sea
    un vanidoso inaguantable
    viejo.
    2-III-84
    (De "Curso superior de ignoracia").

    Enhorabuena por tu blog, que no me pierdo.

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