Domingo por la mañana I

A ver si estiro la mañana de domingo para varios días.

Misa en la Corticela, esa iglesia que fue fagocitada por la Catedral en su constante crecimiento medieval. Es una iglesita hermosa, parroquia de ‘peregrinos, extranjeros y vascos’. Es bastante sencilla de líneas y eso lleva a sospechar que la han reformado mucho, junto a algunos indicios en las paredes, que estuve mirando en vez de estar atento a la misa.

El sagrario, el ambón y la sede han sido diseñados por la internacional masónica para que la fe de los que tendemos a confundir religión y estética se tambalee.

Hay una imagen de la Virgen en un lateral, industrial, de serie: la quitaría, pero veo que hay mucha gente rezando delante de ella. En un mundo ideal, cuando se muriese la última vieja que le tuviera devoción, se quitaría la imagen de serie correspondiente. Los grandes cuadros religiosos volverían a los retablos. Quedaría prohibido visitar las iglesias, salvo para rezar. Bueno, lo dejo aquí, que si no me despeño.

En la Iglesia entraron varios frikis (por cierto, el sábado fue el que habria sido el 81 cumpleaños de Flannery O’Connor, gracias, Aquí estamos). Había un viejo que echaba una moneda cada cierto tiempo en alguna de las máquinas de velas eléctricas. Cuando yo estaba en la fila de la comunión (recordad, indulgentes amigos y lectores, que la Comunión es para los malos: panis viatorum) vi de cerca que el cura pegó un bote cuando el viejo volvió a echar otra moneda. Y yo digo: la culpa es del cura (repetid conmigo y con ZP “¡la culpa es de los curas!”) por poner velas eléctricas. Me acabo de acordar de las velas (auténticas) que ardían en la oscuridad de la Iglesia de san Benito de Valladolid: qué bonitas en la oscuridad de esa Iglesia vacía de todo, porque fue desamortizada. Había algunas imágenes muy buenas, pero es que Valladolid en esto de imágenes no necesita tallas industriales, teniendo a Gregorio Fernández, Juan de Juni y otros (pero sin en cambio te tiene también de las malas, otro misterio).