Burgos y Santiago no son amores excluyentes.
Mis elogios a Santiago alimentaron los celos de Burgos, que me mostró este fin de semana toda su belleza: también un cielo brillante, sol y mucho frío (ahora entiendo eso de ¡Qué frío hace en Burgos!, la frase ritual que todo español dice cuando les cuentas que has nacido allí).
Burgos, una hermosa ciudad, especialmente en invierno. El paseo del Espolón, el río, el paseo hasta la Audiencia, la Catedral a lo lejos.
Que venga un poeta y hable del sol invernal como se merece.
De todos modos, en Burgos no hay un solo sol; hay cuatro: mis sobrinos Irene, Eva y Diego, aunque a veces el sol también puede dar dolor de cabeza (tres niños de ocho, cinco y tres años no pueden querer dar dolor de cabeza, porque son unos soles).
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