miércoles, 30 de noviembre de 2005

Empédocles vegetariano

Ya mencioné uno de los grandes hallazgos de los últimos tiempos, un papiro* con textos de Empédocles, que contribuyó a cambiar radicalmente la perspectiva sobre este filósofo. Aquí van unos versos (DK B 139 + Fragmento D del papiro):
¡Ay de mí, que no me destruyera el implacable día,
antes de haber maquinado obras terribles para alimentarme con mis garras!
y ahora en vano en esta tormenta inundé mis mejillas [de lágrimas]:
pues llegamos al muy profundo Remolino, lo anuncio,
y mil dolores para el ánimo se presentarán a los hombres que lo rechazan.
Parece que atribuía las desgracias humanas a una falta primordial (lo mismo hará después Platón, pero sin precisarla), concretamente haber derramado sangre: unas partículas de amor se separan de su núcleo y caen en seres vivos, entrando en un proceso de reencarnación en la medida en que no se purifican de sus culpas, por ejemplo si continúan matando animales. Esto justificaría el vegetarianismo, e incluso lo haría necesario.
Yo, como no soy empedoclista, nunca he entendido demasiado a los vegetarianos, aunque comprendo la repugnancia ante el derramamiento de sangre, muy humana. Otra cosa es el llegar hasta extremos ridículos.
Con esto choca como muy novedoso lo que dice Jesús (san Marcos 7, 18-23):
¿No comprendéis que todo lo que de fuera entra en el hombre no puede mancharlo? Porque no entra en su corazón sino en el vientre, y luego va a parar al retrete. Así declaraba que todos los alimentos eran puros. Y continuó: lo que sale del hombre es lo que mancha al hombre; porque del corazón del hombre proceden los malos pensamientos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, avaricia, maldad, engaño desenfreno, envidia, blasfemia, soberbia y estupidez. Todas esas cosas malas salen de dentro y hacen impuro al hombre.
Otra cosa es que en todo animal que es matado haya algo perturbador: el mismo Jesús es el cordero degollado. El reino mesiánico será el que menciona Isaías (11, 6-7)
El lobo habitará con el cordero,
el leopardo se acostará junto al cabrito;
ternero y leoncillo pacerán juntos,
un chiquillo los podrá cuidar.
La vaca y la osa pastarán en compañía,
juntos reposarán sus cachorros,
y el león como un buey comerá hierba.
Sí, hay algo perturbador en el derramamiento de sangre, pero clama al cielo la sangre derramada del propio ser humano:
El Señor le dijo [a Caín]: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano grita de la tierra hasta mí (Génesis, 4, 10).
Holanda acaba de aprobar la eutanasia de recién nacidos.
*L'Empédocle de Strasbourg. (P. Strasb. gr. Inv. 1665-1666), introduction, édition et commentaire de Alain Martin, Oliver Primavesi, Berlin, Walter de Gruyter, 1999

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