domingo, 31 de julio de 2005

Ourense secreto

Antes de irme, todavía puedo contar algo de la excursión de ayer a Orense.
Fui con Dani, que como es típico en él, se acordó nada más salir de que quizá tendríamos que haber esperado a Jesús, que parece que había dicho que quizá vendría. Tuvimos que parar, llamar por teléfono (ninguno de los dos tenemos móvil: mirabile dictu) y comprobar que de hecho no iba a venir. Luego cerró mal la puerta y hubo que pararse en medio de la carretera para no salir volando por las verdes colinas de la comarca del Deza.
Llegamos a Orense y Antón nos estaba esperando. Decidimos ir directamente a Celanova: magnífico monasterio barroco, preparativos de bodas (2, una por lo civil, en el Ayuntamiento, que está al lado, y otra en la Iglesia; las dos de medio pelo. De la religiosa vimos la entrada de la novia, que parecía que más que casarse estaba actuando para las cámaras de fotos y vídeo que la estaban filmando. Yo haría una ley -opcional- para prohibir fotos y vídeos en las bodas).
Pero lo mejor estaba por llegar. Preguntamos al sacristán, y su mujer nos abrió para ver la capilla de San Miguel de Celanova. Lo digo para que quede constancia: uno de los monumentos que más me han impresionado en toda mi vida.

(fotos de Dani)
Es una capilla mozárabe, de un encanto imposible de describir, hecha en el año 942, diminuta, con una puertecita pequeña y una inscripción latina encima. El espacio es diminuto, con tres partes separadas por arcos de herradura. Un prodigio.
El claustro barroco: barroco de placas y un poco masónico para mi gusto, con un escudo de un Obispo con un ¡compás! en un lado. Antón, cómo no, se fijó en los aviones roqueros que planeaban por allí.
La excursión ya había merecido la pena y ahí fue donde cometimos un acto de hybris: quisimos más, ver Santa Comba de Bande, una iglesia visigótica (parece que del año 680), pero sólo pudimos dar una vuelta por el exterior.


Había un teléfono al que se podía llamar, pero no teníamos móvil y no se veía a nadie. Quedará para otra ocasión.
Ya estábamos a 20 kilómetros de Portugal y pudimos ver también restos de unas termas romanas, pero decidimos comer en Bande (la comida no fue muy allá). La excursión se estaba torciendo. El paisaje, muy hermoso, cerca del Xurés, estaba estropeado a intervalos regulares por casas hechas completamente con granito rosa de Porriño (variante nuevo-rico del feísmo gallego).
Volvimos a Orense: la Catedral tiene una exposición sobre la Eucaristía que paga-la pena. Pero la Catedral ya es maravillosa de por sí: pudimos ver de cerca el pórtico del Paraíso (un poco peor que el de la Gloria de Santiago, pero policromado), el Retablo, la tumba de un Obispo con unas representaciones prodigiosas de las almas que se presentan ante Cristo en majestad. Todo imposible de describir de lo bonito que era. Excursión enderezada. Las calles de la zona antigua de Orense eran muy agradables para un paseo tranquilo. En un parque, pavos reales: le pedí a Dani que hiciera una foto, recordando a Flannery. Un pavo real con plumas rotas entre las sillas de una terraza de verano: creo que a Flannery le hubiera gustado.


Antón nos obligó a visitar el puente del Milenio: buenas vistas del Miño desde arriba; los aviones roqueros volaban a nuestra altura: cima de la delicia, /todo en el aire es pájaro.
Magnífico día en tres actos: culmen por la mañana, anticlímax y nueva cima por la tarde.

1 comentario:

  1. Espero que disfrutes de tus vacaciones, pero, por favor, no te vayas para mucho tiempo.

    Concha.

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