jueves, 19 de mayo de 2005

Arte moderno y belleza

En la novela 1984, en ese mundo dictatorial en que todo está controlado, hay un ministerio que produce industrialmente canciones para los proles (proletarios), con letras aleatorias, todas banales y cursis, que sirven para tenerlos atontados, pero hay una que al protagonista le emociona y le trae el recuerdo de otra época mejor.
Algo así me pasa con Y yo no lo sabía (copio la letra de Periféricos, que también me descubrió la canción):
Por la calle no hago mas que sonreír.
Y es que todo el tiempo estoy pensando en ti.
¿que le voy a hacer?
Es curioso como hay días en los que
todo es magia,
todo es arte y ya lo ves,
no puedo callar,
ni dejar de ser el loco que está
rendido aquí a tus pies.
La letra, friamente considerada, es un poco cursi, pero emociona (sobre todo si la canta Antonio Vega), porque es un atisbo de felicidad. Otra canción de Antonio Vega:
Si me das a elegir
entre tú y mis ideas,
que yo sin ellas
soy un hombre perdido,
ay amor,
me quedo contigo,
pues me he enamorado
y te quiero
y sólo deseo estar a tu lado.
Y resulta que la letra es ¡de Los Chunguitos!, paradigmas de las canciones de bar de carretera.
Estos podría ser ejemplos de por el kitsch al atisbo del amor.
Creo que viene bien aquí dos textos de Mircea Eliade sobre el arte contemporáneo y la expresión de nuestro desagrado con nosotros mismos y nuestra época.
p. 296 (18 de febrero de 1964):
Exposición de Francis Bacon. Me impresiona y me atrae, pero también me desagrada. Tiene, sin duda, como se dice, 'fuerza'. Parece evidente que siendo moderno (o queriéndolo ser), tiene que mostrarnos lo feo, lo monstruoso y lo repugnante. Por lo visto, a esto estamos condenados, al hastío en la literatura moderna y lo feo y monstruoso en las artes plásticas. Estas 'experiencias' seguramente tienen un sentido: desanimar al público, alejarlo del 'arte moderno' y, de esta forma, arrojarlo luego al academicismo barato del siglo pasado.
p. 353 (de 1968) sobre los hippies:
Los vestidos rotos, los pantalones y camisas hechos jirones, la desidia provocativa y la suciedad persiguen, en cierto sentido, anular la 'gloria y encanto' del cuerpo humano descubierto e idealizado en el Renacimiento italiano. Muchas veces en la reciente historia de las artes plásticas el cuerpo ha sido 'desmitificado', mutilado, transformado en figuras geométricas y, finalmente, abolido. Pero algunos de los hippies experimentan este proceso de anulación del ideal renacentista sobre su propio cuerpo. Lo más curioso es que esto ocurre en el momento histórico en que, por vez primera en la historia de la civilización cristiana, la sexualidad desinhibida triunfa por doquier y se descubre la placidez casi ritual de la desnudez.
El arte moderno, que nos arroja en brazos de lo kitsch, a ver si en él encontramos algo de lo que perdimos: mejor la desfiguración de la limitación afectiva que la del odio a uno mismo y a su época.

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