Si me quieres escribir,
ya sabes mi paradero
en el frente de Teruel
primera línea de fuego.
ya sabes mi paradero
en el frente de Teruel
primera línea de fuego.
A propósito de una foto: la comenta Arcadi Espada. Resulta que es de Robert Capa y muestra al corresponsal del New York Times haciendo reír a niños de Barcelona poco antes de que la ciudad fuera ocupada por los nacionales:
Es una foto tremenda. En los comentarios a Arcadi alguien hablaba de un libro (Pedro Corral,
Si me quieres escribir: Gloria y castigo de la 84ª Brigada Mixta del Ejercito Popular, Barcelona, Debate, 2004). Aprovechando que estaba en la Biblioteca de la Universidad lo cogí, porque trataba de la batalla de Teruel, en la que estuvieron mis dos abuelos (pero en el bando nacional), pasando un frío indescriptible. Este libro se centra en los republicanos.
Si me quieres escribir: Gloria y castigo de la 84ª Brigada Mixta del Ejercito Popular, Barcelona, Debate, 2004). Aprovechando que estaba en la Biblioteca de la Universidad lo cogí, porque trataba de la batalla de Teruel, en la que estuvieron mis dos abuelos (pero en el bando nacional), pasando un frío indescriptible. Este libro se centra en los republicanos.
Se recogen testimonios como el de Eugenio Cebrián (p. 29):
O el de Blas Alquézar (p. 175), cuando se rindieron los últimos nacionales de Teruel a los republicanos:A mí la guerra no me importaba nada porque cogí aquel año más trigo del que he cogido en toda mi vida. Yo tenía veinticuatro años, era quinto del 32, y me faltaban dos meses para que me llamaran a filas. Si te cogían de quinto te podían mandar a Extremadura, y yo me fui voluntario para estar cerca de mi pueblo. Ya que te iban a coger de todas maneras, de voluntario por lo menos podías elegir el destino. Y la verdad es que en el frente de Teruel estuvimos muy bien, hasta que nos ordenaron tomar la ciudad.
Cuando salía la gente de la Comandancia, iban diciendo: agua, agua, agua, y nos cogían las cantimploras con unas ganas, la pobre gente, como en las películas. Se les dio de todo, hasta bocadillos. Teníamos orden de tratar bien a todos los que se rendían. Cuando al día siguiente salieron las monjas del convento de Santa Clara, todas iban llorando. "No lloren, que no les va a pasar nada", les decíamos. "No, que ustedes son muy malos", nos respondían. Y nosotros las intentábamos calmar: "Que no se preocupen, que no tenemos cuernos y cuatro patas".
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