Interesante la observación de Kierkegaard (L'école du christianisme, p. 128, libro excelente desde todos los puntos de vista) de que Pedro no habría negado a Cristo si lo hubiera considerado simplemente un hombre, por perfecto que se quiera, pero sólo un hombre. Lo que inquietaba a Pedro era que el Hijo de Dios, del que nunca había dudado, estuviese impotente o paralizado, al igual que cualquier hombre. A Pedro no le impresionaba el que Jesús se hubiese dejado prender, sino que lo niega en el momento en que ve que el Hijo de Dios, que habría podido barrerlos a todos con un solo dedo, se comportaba como un prisionero cualquiera. No fue el miedo lo que le hizo negarlo sino un "desatino", es decir, su gran duda, su falta de fe. Si en su lugar, Jesús hubiese sido un zelote de tantos y Pedro hubiese sido su discípulo, habría estado a su lado en la pasión y en la muerte. En el fondo, ¿acaso hoy todos los líderes políticos del mundo no tienen adeptos que soportan, por su fe en el jefe, las más terribles torturas? ¿No habría tenido Pedro la fortaleza de un SS o de un joven comunista? Por supuesto, se trata de otra cosa completamente distinta: de un fallo de fe en Jesús como Hijo de Dios.
*traducción de Joaquín Garrigós, Kairós, Barcelona, 2001, p. 186, anotación del 20 de enero de 1945.
viernes, 25 de marzo de 2005
Eliade y Kierkegaard sobre Pedro
De Mircea Eliade, Diario portugués*:
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