lunes, 29 de noviembre de 2004

Sábado tarde (y II)

Vi que en el Palacio de Fonseca había una exposición de la Biblioteca América, lo único que pervive de un intento que hubo a principios del siglo XX de hacer una Universidad latinoamericana en Santiago: de América enviaron libros, sobre todo los emigrantes, y se ha seguido con ello durante cien años: en diez minutos otra exposición que podía tachar también de lo-que-hay-que-ver en Santiago.
Pasé por el Obradoiro y en el arco de Gelmírez había uno tocando la gaita; desafinaba que era un gusto: no me gusta la gaita y si desafina, todavía menos.
De ahí a la Corticela, una parroquia que con el paso de los siglos quedó engullida por la Catedral. En concreto es una parroquia de extranjeros y vascos (y que alguien me explique, a ser posible un matemático o un experto en lógica, lo que significa ‘y’ aquí). Es una iglesita románica muy agradable, si no fuera porque entra y sale gente sin parar. En un lateral está la tumba de un canónigo, con una inscripción que me gustó:

Más o menos se entrevé el texto: Aqi iaz (Aquí yace) / Eans Cardenal? / de Santiago.
Al acabar, me di una vuelta por la Catedral, llena una vez más en estos estertores del Año Jubilar y con colas de gente confesándose con los dos curas que estaban en ello. Era el momento de la comunión y un coro cantó Ave verum Corpus, que es una de las canciones litúrgicas que más me gustan (no sé si era la versión de Mozart, pero merecía serlo). Un momento emocionante: qué bonito es el latín en estas oraciones (otra posibilidad: qué bonitas son estas oraciones en latín):

Ave, Verum Corpus, natum
de Maria Virgine.
Vere passum, immolatum
in cruce pro homine:
cuius latum perforatum
aqua fluxit et sanguine.
Esto nobis praegustatum
in mortis examine.
O Iesu dulcis!
O Iesu pie!
O Iesu Fili Mariae.

No hay comentarios:

Publicar un comentario