jueves, 11 de noviembre de 2004

Filólogos

En una entrevista reciente a Martín de Riquer decía que no había estado nunca en La Mancha. Me sorprendió, porque es uno de los mejores filólogos (especialmente en literatura medieval) y su edición de El Quijote me parece la mejor que conozco (si lo que quiere uno es leer el libro): pocas notas, las necesarias para no perderse, y montones de sentido común.
Si uno no ha estado en La Mancha (y no es tán difícil si vives en España), se entiende peor por ejemplo la gracia de la primera salida de don Quijote (I, 2):

Y así, sin dar parte a persona alguna de su intención, y sin que nadie le viese, una mañana, antes del día, que era uno de los calurosos del mes de julio, se armó de todas sus armas, subió sobre Rocinante, puesta su mal compuesta celada, embrazó su adarga, tomó su lanza y, por la puerta falsa de un corral, salió al campo con grandísimo contento y alborozo de ver con cuánta facilidad había dado principio a su buen deseo.

A ninguna persona cuerda se le ocurre elegir un día caluroso de julio en La Mancha para iniciar aventuras vestido con una armadura metálica. Don Quijote estaba completamente loco cuando hizo eso.

No critico a Martín de Riquer, que es un enorme filólogo: simplemente muestro lo que nos pasa a veces a los del gremio, que nos quedamos en el texto y nos olvidamos de la vida.

1 comentario:

  1. jejeje, cierto, se necesitan contextualizaciones! (especialmente la de La Mancha tratándose de Don QUijote), aunque también es cierto que esta gran obra de Cervantes tiene montones de intertextualidades y demás por las que es posible que incluso la mente ávida de un gran filólogo no puede más que pasar de puntillas.

    ResponderEliminar