viernes, 29 de octubre de 2004

Manadas de abuelos

En el Obradoiro pude ver cómo iban llegando grupos de gentes pastoreadas por un guía con un paraguas a modo de cayado. Se detenían en un lado y miraban con cara de corderos degollados la fachada de la Catedral mientras que el guía desgranaba su sermón memorizado, al que no parecía que prestaran demasiada atención: era algo obligatorio y por ahí había que pasar. Luego les llevaban a un lateral para la foto de conjunto: un abuelo se subió a un poyo de piedra y comenzó a hacer muecas, con gran alegría del resto del grupo: "¡Que simpático es!", dirían. De ahí les llevaban, como dijo el guía a "Abrazar al apóstol". Quizá asistieran a la Misa del peregrino con botafumeiro. Después comida copiosa con marisco.
Conclusión cínica: recordarán al abuelo subido en el poyete y un totum revolutum de románico-barroco-Casas Novoa-capiteles.
Conclusión humilde: los pobres abuelos, obligados a una ración no pedida de arte que no aprecian en su mayoríao y quizá una ocasión de un encuentro con Dios en medio del turismo organizado.
Esto de obligar a ver arte es de todos modos una desgracia para la gente, que se tiene que someter al prestigio de la cultura. Cito a Trapiello: los museos de arte contemporáneo se han convertido en las iglesias del Siglo XXI. El arte es el máximo de espiritualidad que ofrece la cultura oficial y no es posible ser ateo en eso.
Mi experiencia: varias veces que he acompañado a visitantes de Santiago por los monumentos y he comprobado que lo hacían porque tenían que hacerlo, pero que no les interesaba nada (y esto gente con carreras universitarias, así que los pobres abuelos, por qué tienen que pasar por esto).
Todas estas ideas, no son originales. Copyright: Andrés Trapiello.

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