¡Felicidades! Tengo la suerte de poder decir: me acuerdo de cuando fue elegido Papa, ha sido fundamental en mi vida, lo he visto cuatro o cinco veces de cerca (aunque tampoco muy de cerca), me parece la figura más grande de esta época. Otros fueron contemporáneos de Napoleón, o de Felipe II: yo soy contemporáneo de Juan Pablo II.
Ferrari anuncia que le va a regalar un Fórmula 1 (no blanco, rojo, hasta ahí podríamos llegar). No dudo de su buena intención, pero ¿no se han dado cuenta de que es una idea grotesca? Es el típico regalo de ricachón con anteojeras: ¿qué es lo mejor que le puedo regalar al Papa? Lo mejor del mundo es un Ferrari de Fórmula 1. Regalo de ricachón: cuesta una pasta, es perfectamente inútil y más que agradar al que lo recibe es una muestra de ostentación del que lo da. Lo lógico sería que Ferrari dijera: regalamos al Papa el diez por ciento de nuestros beneficios (tantosmil millones) para que los dedique a lo que vea conveniente. Pero claro, son ricos pero no idiotas. Me encantaría saber qué hubiera dicho de esto Léon Bloy (me estoy enganchando a él: selección de textos en Esperando nacer): daría gritos desaforados y Ferrari descubriría con horror su estupidez con el regalito.
Y yo, ¿qué le regalo? Yo, un dibujo contrahecho hecho con mis muñones.
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