jueves, 5 de junio de 2025

Nullus mihi satis?

En La luz de una candela, dice esto José Jiménez Lozano:

Al pobre Hölderlin, dice S. Zweig que «cualquier palabra al vuelo le descorazona y le hace dudar de sus dotes», y «una evasiva de Schiller le puso enfermo durante meses enteros. Como un escolar, se inclina ante vulgares versificadores».
Así es a veces el calvario de quien escribe: un idiota puede destrozarlo. Y se trata, naturalmente, del escritor no seguro de sí, porque «los seguros» tampoco suelen tener mayor interés como escritores.
Y tanto dudaba Nietzsche, por ejemplo, que decía a propósito de los eventuales lectores de sus libros: «Pauci mihi satis, unus mihi satis, nullus mihi satis» [=pocos para mí bastan, uno para mí basta, ninguno para mí basta], / lo que no está nada mal como lección de lo que debe ser suficiente a un escritor.
Lo importante es no convertirse en un nombre, en un fonema escrito o hablado y sonando ahí por todas partes, hecho aire, puro aire y, de aire a aire, nada. O como dicen las gentes: «más el ruido que las nueces», que debió de inventarse para contraponer a la otra locución demasiado superficial: «cuando el río suena, agua lleva». Sí, pero ¿qué agua? (Diarios I, 827-828)
Y yo me pregunto, leyendo esto de Jiménez Lozano, si le valdría a mi bajísimo nivel de expectativas de audiencia, no un solo lector, sino ninguno, como decía Nietzsche.

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