Voy a acabar leyendo, por hache o por b, todo lo que escribió Natalia Ginzburg, aunque creo que ya tengo conocido lo más valioso de ella, para mí Léxico familiar y Todos nuestros ayeres. No es que el resto de su producción sea flojo, es que no le encuentro el nivel y la intensidad de esas dos obras.
La ciudad y la casa es la última novela que escribió. Se puso un listón alto, hacer una novela epistolar y con muchos personajes, un grupo de amigos a los que une esa amistad a varias bandas, en algunos casos amoríos episódicos entre algunos de ellos. Yo, que soy tan pacato, me he sorprendido de la frivolidad de las relaciones de esos supuestos años setenta en que me imagino que está ambientada la novela: parejas abiertas, monogamias sucesivas. Lo que salva a esta novela es el modo de contar de Natalia Ginzburg, porque lo que describe a mí me deja fuera: es un mundo, el de una cierta burguesía pagana o postcristiana, que no comprendo: me interesa que me lo describan, pero no consigo entender las motivaciones de fondo: parece que todos actúan sobre todo por impulsos, la atracción amorosa pero no la fidelidad duradera, el tener quizá un hijo, pero tampoco con la responsabilidad que eso supone. No hay nada grande ni valioso por lo que vivir. Lo único que parece permanente es el tema de la casa, de las casas, de la vida en la ciudad, pero tampoco. Todos se van hundiendo, deshaciendo, rompiendo. Es desolador. Menos mal que hay muchos momentos de un humor muy fino.

Qué buenas descripciones haces sobre los libros. Y me encanta tu amplitud de miras, el que puedas disfrutar de cosas tan alejadas de tu moral e ideología. Yo, aclaro, soy católico y conservador, y me pasa algo similar a lo que dices, me cuesta entender ese tipo de personajes, pero debieron existir, sin duda. Por la descripción que has hecho de ese mundo acomodado y descreído, me vino a la mente una novela que me gustó bastante, me pareció muy bien escrita: Los alegres muchachos de Atzavara, de Vázquez Montalbán. No sé si la conoces, ha tenido poca repercusión, me parece. No figura en listas de ningún tipo, ni siquiera entre lo mejor de su autor. La leí un verano porque estaba a mano en un estante, y la verdad es que la acabé con gusto.
ResponderEliminarMuchas gracias. Yo no he leído nada de Vázquez Montalbán, pero me quedo con la copla.
EliminarMe gusta mucho el comentario que has escrito. Gracias. Me parece que das en el clavo con la última idea. A mí también me resultó desoladora la novela Querido Miguel, que me impresionó mucho, sobre la historia de la desaparición del hijo de una familia rota. Todo muy triste.
ResponderEliminarSí, Querido Miguel es una novela que me dejó un sabor de boca amargo. No sé si es que es de una época ya posterior en su vida, con una mirada más triste. Es más alegre cuando se acuerda de su infancia y juventud, sin duda.
EliminarYo soy algo más joven que el autor del blog y estoy metido de lleno en ese tipo de 'mundo' que describe al hablar de la novela. Al menos en mi entorno y en los pares de mi edad está vivísimo. Y de una manera similar a lo que dice el usuario ‘fripper’ más arriba a mí también me cuesta muchísimo entenderlo. Sobre todo en el ámbito relacional, cómo el amor con mayúsculas está prácticamente ausente. Yo cada día me sorprendo más cómo tantísima gente vive las relaciones de pareja como si fueran Damocles con la espada, a expensas de que un golpe de viento o la más mínima incomodidad haga caerse el matrimonio: esa firmísima convicción de que el más mínimo ‘guisante bajo el colchón’ es causa suficiente para destruir un hogar.
ResponderEliminarY sobre todo me causa espanto lo que se le está haciendo a los niños. No es poca la gente que los vive como una carga, en la que una parte importante del divorcio viene por poder librarse de los niños un par de semanas al mes para poder ‘vivir’. Es desolador. Yo nunca he tenido la paciencia para escribir una novela, pero 'la novela que me hubiera gustado poder escribir' es esa historia del niño que ve cómo sus padres rompen el matrimonio, se juntan con otra gente, comparten casa con extraños: novios de madres, hijos de novias,... Casi no hay novelas o libros que traten el dolor del niño.
A mí también me cuesta mucho entenderlo. Me da vértigo. Pero la cosa es recíproca: hay gente que tiene esa mentalidad tan instalada y para ellos es tan ‘evidente’ que la visión que podamos tener por aquí no es ya que no la entiendan sino que asumen que no es sincera.
Pero es el mundo en el que nos ha tocado vivir.
Yo también aprecio la literatura sobre estos temas porque es la realidad práctica en la que muchos vivimos y nos ayuda a comprenderla mejor y a trabajar con ella.
Me impresiona mucho tu comentario. Sí, hay una o muchas novelas que escribir sobre esto: hay mucho dolor en los niños que viven lo que describes. Yo no consigo comprender a los que viven así esos matrimonios en el alambre, como buscando otra cosa: un buen novelista les podría hacer justicia, si supiera describirlos bien.
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