Durante años tuve la suerte de poder leer Rayos y truenos, el gran blog de Enrique García-Máiquez. Ahora lo echo mucho de menos. Al menos puedo recuperar algo gracias a Contentamiento de haber nacido (2016-2019), el cuarto volumen de sus Diarios, en parte tomados del blog. El primer volumen había sido Lo que ha llovido (aunque yo hablaba en mi comentario, para variar, más de mí que del libro). Tengo un recuerdo especial del segundo, El pábilo vacilante. El tercero fue Un largo etcétera.
Es uno de los libros mejor editados que haya tenido en mis manos: la portada, la sobrecubierta (y en la solapa, la lista de diarios y títulos de otros futuros), el papel de las hojas, el tipo de letra, los márgenes en las páginas, todo. Me gustaría ser un dictador para darle yo, por mis pistolas, el premio al libro mejor editado en 2025, sin jurados, ni comités, solamente por mi soberana y dictatorial decisión.
Este último volumen riza el rizo, porque es un Diario de una periodo especialmente feliz de la vida del autor, o donde casi solamente cuenta momentos felices, como el reloj de sol: un matrimonio lleno de complicidad, unos niños en sus edades más ocurrentes, entre los cuatro y los ocho años. Quizá eso eclipse el resto de la vida: hay fogonazos de los viajes, pero más del tren o de con quién se sienta en él que de qué pasó por otros lugares. Son fugaces los relatos sobre las clases, las lecturas, la vida en relación con los sucesos públicos. El autor se ha recluido aquí en lo doméstico. Es como un álbum familiar, con lo que eso tiene de privado: lo disfrutarán especialmente su mujer y sus hijos, los primeros destinatarios de este libro. Quizá esté ahí un problema, el que a veces nos sintamos como colándonos en un ámbito de intimidad, que podemos admirar, pero con un poco de pudor por inmiscuirnos: es difícil gestionar la intimidad en unos Diarios.
El inicio es llamativo, el periodo en que le prescribieron por razones médicas no hablar, porque también la escritura es distinta, como más introvertida: el autor se despliega cuando está en conversación con los demás, como se ve bien en el resto del libro. En esas primeras páginas está como perdido.
Me gusta el título, aunque no sé muy bien si recoge el tono del libro, mucho más alegre.
Una gran cosa son los poemas que van apareciendo, entre ellos esos haikus tan bonitos sobre la luna entre Sevilla y Cádiz, que darían para un librito muy bien editado.
Muchísimas gracias, Ángel. Mis diarios ni existirían sin tu compañía, tu escritura y tu lectura durante todos estos años.
ResponderEliminarMe sumo a la felicitación de Angel por el precioso cuarto volumen. Echamos de menos -muchos jartibles- esos años de Rayos y Truenos, de lo leído y lo liado también.
ResponderEliminarA mi me ocurre algo parecido a lo que dice Enrique, en el caso de mi proto-diario, pero con "su lectura y su escritura".
Ha ocurrido la carambola de cruzarme hace cinco años con E. G-Maiquez, y por añadidura o beneficio colateral, he dado con mis huesos (y mis ojos) en el blog de Angel Rui en Campo de Estrellas de Santiago.
Pues un placer: está en su casa
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