Me he quedado como viudo al terminar el sexto y último volumen de Mi lucha, la obra gigantesca en páginas (4000) y en ambición: contar una vida, la propia vida, hasta el detalle, incluso mostrando a familiares y gente cercana en situaciones negativas, con todo lo que eso supone, sin parase en barras.
Mientras ponía aquí mi reseña del volumen quinto estaba ya enfrascado en este sexto y último, Fin, nada menos que mil páginas. La primera parte se centraba en la actualidad, el autor a punto de publicar los volúmenes de estos diarios, pero con un grave problema con el que se tiene que enfrentar, el rechazo de su tío paterno Gunnar, que quiere que se detenga el proceso de edición, porque le parece que en estos diarios maltrata a su padre y abuela. Las trescientas cincuenta páginas iniciales son tres días en Malmö, en casa con los tres niños y la visita de su amigo Geir, el amigo tan cercano y tan sincero con él. Karl Ove está nervioso y Geir le da ánimos.
Acabada esa primera parte se inicia una sección del libro sorprendente, titulada El nombre y el número, que comienza con un comentario literario de un poema de Paul Celan, Stretta, dificilísimo pero al final, dentro de la dificultad de la explicación, impresionante, en lo que pude entrever, que en mi caso no fue mucho. De la facilidad de lectura de los diarios hasta ese momento pasamos en esta sección a otra cosa, una larga sección teórica de 400 páginas sobre la cuestión del nombre primero, sobre que significa el lenguaje y su retórica, para pasar luego a hay un estudio detallado de Mi lucha de Hitler, con comentarios tremendamente interesantes. A la vez, van apareciendo Jünger, Mann, Heidegger, Cervantes, Nietzsche, Girard, algunos autores de obras sobre el nazismo que yo conocía (Kemplerer, Sebastian Haffner): se trata de ver la obra de Hitler y, creo, establecer un paralelo con la propia obra de Knausgård, que tenía ya desde el principio ese mismo título (pero fue una sugerencia de su amigo Geir). Es decir, que en estas 400 páginas quiere pararse, mirar el proyecto de contarnos su vida en las restantes 3600 páginas y explicarnos cómo en todo ello hay más que un mero relato de acontecimientos. Se trata de la sinceridad en el modo de contar una vida y lo que eso transparenta. En el caso de Hitler no considera que refleje desde el principio una maldad absoluta, previa, demoniaca, sino que va describiendo cómo Hitler se ve en su obra y cómo llega a la situación que terminará en la Segunda Guerra Mundial y a la aniquilación de los judíos. Es tremendo todo, muy impresionante, pero creo que no le sé hacer justicia. Al final, Knausgård no acaba de terminar de poder explicar ese extremo del mal que es la Shoah, pero nos muestra muy bien lo que es y supone.
Las últimas doscientas cincuenta páginas las leí con el miedo de que se me acabaran. Están escritas desde el presente de este último volumen, en 2011, con los otros cinco ya publicados y en medio de una tremenda repercusión mediática, con la que va tratando en esta última parte de la obra. Lo más doloroso es lo que ve como consecuencias para su familia más cercana de lo que ha hecho, una obra de gran audacia, de una sinceridad brutal, pero que por eso mismo afecta a las vidas de todos los implicados. Muy impresionante.
Yo ya estoy pensando en leerme los cuatro volúmenes de anexos que publicó. Ese consuelo me queda, además de pensar en releer todo en un tiempo no muy lejano.
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