lunes, 18 de mayo de 2020

Enfermeras de la UCI 3 - Verónica

Tengo que tener cuidado hablando del periodo de la UCI porque resulta que cuando me desperté de los días de sedación, esos en que estuve entubado y luego desentubado y a continuación tuve una crisis que la amnesia misericordiosamente ha borrado, que se define con un término terrorífico -stridor (yo me acuerdo de que en el Evangelio se habla del stridor dentium de los condenados, el rechinar de dientes) y me tuvieron que volver a entubar; bueno, pues al salir de todo eso (y parece que no era lo previsible, que saliera con bien de aquella: pero tenía a un montón de gente rezando por mí) di en varios delirios que me parecían absolutamente reales y de los que no hablaré aquí, porque en realidad son simplemente proyecciones de preocupaciones mías íntimas y que mejor es que sigan ahí. Cuando desperté, pensaba que podía contarlo, me parecía absolutamente factible hacer incluso un libro a corazón abierto, porque era todo muy espectacular y muy redondo. Pero no tenía dónde apuntar nada, ni gafas, ni el móvil: mejor así. 
Bueno, por suerte, gracias a Dios, que me sacó de una situación absolutamente crítica de la enfermedad, acabé volviendo a la normalidad. Cuando llevaba quizá ocho días en la UCI todo empezó a volver a cauces más trillados. Ahí estaba Verónica.
Era una enfermera de media edad, de piel morena, con ojos muy fijos, muy atentos. Era ella la que se sujetaba esas gafas como de esquiar que tenía sobre las suyas apretando los lados de su frente, para intentar engañar al dolor de cabeza.
Entró en su turno, el de tarde y me dijo que iba a ser un día especial. Se veía que era una enfermera como la copa de un pino y una persona que se preocupaba de los enfermos: la enfermería es una dedicación a los demás que requiere una preparación técnica muy compleja, pero que no por eso deja de ser una labor maternal. Yo, que no podía tener a mi madre al lado, tenía a las enfermeras de la UCI, que me trataron como el niño a que había quedado reducido.
Verónica me dijo que me iba a poner música y trajo un ordenador y yo le dije que pusiera Radio 3, pero luego caí en la cuenta de que ya prácticamente sólo oigo música clásica y le dije que Radio Clásica. Resultó que el ordenador tenía un programa de oír radio, pero publicitario: al final acabamos oyendo música que podría llamar «de extremo centro», esa que le gusta supuestamente a todo el mundo, cosas como U2 o R.E.M. No me importó mucho: en la novedad de una situación serena, aunque fuera en la UCI, oír música era una novedad bienvenida.
Allí estuvo toda esa tarde pendiente Verónica, que tenía, por lo demás, sus propias preocupaciones aquel mismo día, porque al siguiente le hacían la prueba del virus: por eso no la vi los siguientes días. Justo la tarde en que me soltaron de la UCI apareció otra vez. Le pude dar las gracias por aquella tarde en la que volví a una normalidad serena. Me hizo un gesto como de que no importaba, pero yo me alegré un montón de haberle podido decir que aquella tarde marcó un cambio decisivo en mi enfermedad, o en el modo de tomármela.  

8 comentarios:

  1. Dios mío, estuviste verdaderamente mal... Hay que dar gracias. Y qué bonito,los ojos y el corazón tan atentos como para ponerte música, qué maravilla de persona.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, estuve muy mal y no me enteré. Sí que me enteré, por suerte, de esos detalles de cariño, aunque se me habrán escapado otros.

      Eliminar
  2. Me parece la cosa más enternecedora del mundo. Me alegro de que esté bien para contarlo de la forma en la que lo hace.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues me parece muy emocionante tu testimonio, Dios pone personas en nuestro camino , cuando menos lo esperamos y en ese momento apareció Verónica , que tanto ayudò , me alegro infinito de tu recuperación y creo firmemente en el poder de la oración y desde Burgos, del grupo de Eva tuviste muchas y es un lujo compartir este maravilloso blog contigo ahora, cuídate mucho, un abrazo 🤗

      Eliminar
    2. Muchas graciasm Estrella: sé que mucha gente de Burgos ha rezado por mí. Estoy muy agradecido.

      Eliminar
    3. Y gracias, Anónimo por el elogio

      Eliminar