miércoles, 8 de enero de 2020

Dudas sobre las ventajas de viajar

Tenía cogidas varias citas del libro del viaje de Newman por el Mediterráneo, todas sobre el viajar:
¿No es una paradoja extraña que, a pesar de lo indeciblemente que he disfrutado, no obstante todo eso me interesa poco? Es decir, no me importaría demasiado, incluso hasta me gustaría mucho, verme de pronto trasladado a mi cuarto de Oxford y, a solas, con la puerta cerrada*, tumbarme bien a gusto en mi sofá. (...)  el caso es que, sin querer, huyo del contacto con el mundo. (...) a pesar de que estoy metido en estas andanzas porque he querido yo, de todo corazón te digo que ojalá se hubieran terminado ya, porque, sencillamente, las aguanto. Y prefiero con mucho haberlas visto que verlas, aunque al mismo tiempo me asombran extraordinariamente y me encantan cuando las veo.
[Carta a Harriet Newman, Corfú, 2.01.1833, p. 186]
*n. 186 oak sported: una segunda puerta, que si estaba cerrada quería decir que el inquilino no quería visitas.

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Por muchos motivos estoy contento de haber emprendido este viaje. Para un hombre de vida sedentaria creo que es bueno viajar, no tanto porque así se ve mundo sino porque se puede dar cuenta de lo limitado de su esfera de acción, de su poder. No me parece haber aprendido, hasta ahora, un solo hecho o impresión sobre la naturaleza humana que no tuviera ya antes. Aunque siempre me ha parecido que el objeto de conocimiento de la mente humana es inabarcable, a pesar de lo poco que es capaz de abarcar la mente humana más poderosa (y es cosa que yo noto en mí mismo), a pesar de eso, me he convencido aún más de la debilidad intelectual de un sujeto que se limita a leer; le es imposible captar y entender y hacer suyas las cosas que le trae la vida; sería como un niño inerme, mientras el torrente de la vida pasa y vuelve a pasar a su lado, y le zarandea y le sacude por todas partes. No me gustaría repetir, pero estoy contento de haberlo hecho. Si fuera más joven, quizá pudiera remediar eso que me falta, pero después de tantos años con las mismas costumbres, lograrlo me llevaría más tiempo del que puedo permitirme. Estoy tan acostumbrado a pasarlo bien a solas, sin ayuda de nadie, que, aunque me interesa lo que pasa a mi alrededor, estoy poco alerta a los acontecimientos externos; en el fondo me da igual; y parezco un loco.
[Carta a Isaac Williams, desde Malta, 16.01.1833, p. 208-9]
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Se diría que hay mucha diferencia entre Morton Pinkney y Roma, nuestros respectivos lugares de residencia actual, pero en realidad no es tanta. Esto he aprendido con tanto viaje, que todos los sitios son más o menos lo mismo, cosa que antes no sabía. Nunca había caído en que los caballos, los perros, los hombres y las casas son iguales en otros países que en casa; no es que lo dudara, exactamente, sino que mi imaginación no pillaba la idea. (...)
La naturaleza es siempre la naturaleza (...). Eso que uno aprende; supongo que es parte de ese nil admirari que uno aprende viajando. Es asombroso en lo poco que se queda haber estado en un sitio, cuando uno ha estado en ese sitio. (...)
Ya que estoy haciendo confesiones, añadiré que no he experimentado, ¡ay!, nada de esa ampliación y expansión de la mente que un amigo me dijo en confianza que debería obtener de viajar.
[Carta a Thomas Mozley, Roma, 9 de marzo de 1833, p. 256-9]

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