Cuando Newman llegó a Grecia, sus referentes eran Homero y Tucídides, la veía con los ojos de ellos y poniéndose en su lugar. Ítaca es sus lecturas de infancia y Tucídides la reflexión histórica. Hace comentarios muy interesantes sobre el tema del paisaje en la literatura. Os pongo tres párrafos largos, los dos primeros sobre Ítaca:
Sobre Tucídides
[Pasan por Ítaca] Nunca pensé que ver estos lugares me iba a encantar de esta manera. No es que haya tenido desde siempre mucho apego al viejo Homero, pero pensaba que mi imaginación era lenta a la hora de emocionarse a la vista de las cosas que ya conocía por haberlas leído. Pero cuando me encontraba durante horas a media milla de Ítaca, como esta mañana, ¿cómo describir mis sentimientos? No los causaba ninguna asociación de tipo clásico, sino el pensamiento de que yo veo ahora ante mí, en forma real, esos lugares que habían sido las primeras visiones de mi niñez. Ulises y Argos habitaron esa misma isla que yo veía. Respondía plenamente a la descripción: un peñasco inmenso y árido, de piedra arenisca (a lo que parecía), de un gris soso escasamente cubierto de maleza, que contenía diversas masas redondeadas, con gargantas profundas, que eran los puntos principales donde los lugareños habían osado intentar sus cultivos -aunque las laderas de los montes también estaban trabajadas con cultivos-. Veíamos los olivos; pero las viñas, como las cortan en invierno, no se ven desde el mar. (...) Homero llama a la isla pequeña y querida, y lo es. Me la quedé mirando durante un buen cuarto de hora y me dio mucho gusto la vista del peñasco. [Carta a Mrs. Newman, en el barco, 29.12.1832, p. 180]
Ojalá pudiera decirte cómo me encantó ver Ítaca, la tierra patientis Ulyssei. Había estado releyendo la Odisea los quince días antes, desde el momento en que entramos en el Mediterráneo; pero no me hacía falta, porque es el primer libro del que aprendí cosas, siendo niño (la traducción de Pope); y al ver Ítaca, mi niñez y las escenas de la niñez como que revivieron. Era una cosa tan extraña mirar las rocas de Nérito como en una visión ¡y no poder tocarlas! Suspirábamos por una avería en el sistema de vapor (cosa que ha ocurrido varias veces, cuando menos lo deseábamos) que nos diera la excusa de bajar a tierra. Te aseguro que lo que he visto de Grecia (con mis propios ojos un poco, y bastante más a través de dibujos) ha puesto el conjunto de su historia a una nueva luz para mí: aquello es un perfecto camino de cabras; poco más que cumbres altas, quebradas profundas y pasos de montaña difíciles. No logro explicarme cómo tenían lugar las relaciones entre unos lugares y otros, cómo pudieron hacer la guerra, cómo pudieron desarrollar el pensamiento. (...) Con lo mucho que me emociona todo esto ahora, estoy seguro de que me emocionará mucho más al recordarlo, y me enfadaré mucho conmigo mismo por no haberme emocionado todo lo que tenía que haberme emocionado en el momento de estar en el lugar. (...) [Carta a Isaac Williams, desde Malta, 16.01.1833, 207-9]
Sobre Tucídides
[En Corfú] Esta mañana he podido casi revivir los tiempos griegos; es decir, imaginarme a Homero y Tucídides aquí; lo único que me asombra es lo poco que dicen acerca del paisaje; aunque ellos, claro, estaban acostumbrados a él. Es tan abrumador pararse a pensar que el lugar tuvo en sus tiempos exactamente el mismo aspecto: no hay floración vegetal, pero tiene el sello de los rasgos indelebles de «los collados eternos» (Gen. 49, 26). Aquí tuvo lugar la famosa acción que cuenta Tucídides, que fue la primera del combate entre oligarquía y democracia que finalmente se extendió por toda Grecia. (...) Ningún cambio es tan grande que no pueda ocurrir; lo que para mí da a esta reflexión toda su fuerza es el hecho de que estoy en el sitio. Si Tucídides saliera de la tumba, reconocería el sitio, señalaría las montañas, que tienen el mismo aspecto que en los viejos tiempos; por eso tengo algo en común con él, y conociendo sus palabras y viendo los cambios, estoy en su lugar, por así decir, y veo las cosas en su lugar. Soy Tucídides, pero con el don de la segunda mirada. (...)
190 Nuestras cabalgadas por el país me han dado una clara idea (antes no tenía ninguna) de lo que suponía viajar por Grecia en tiempos de Tucídides etcétera; ahora me doy cuenta (sobre todo con la ayuda de unos dibujos que he visto) cómo era realmente Grecia; y me asombra haber leído tanto sobre un país sin llegar a captarlo. Y me maravilla cómo pudo llegar a convertirse en un país, cómo llegaron a relacionarse unos con otros, y cómo fueron a la guerra, etcétera, porque es una masa de montañas, amontonadas ahí de la manera más salvaje que cabe imaginar. [Carta a Harriet Newman, Corfú, 2.01.1833, 185 y 190]
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