miércoles, 24 de abril de 2019

El agua

Creo que se lo había leído a José Jiménez Lozano y en concreto referido a san Juan de la Cruz, pero qué bien cuenta santa Teresa, en las Moradas cuartas, capítulo segundo, de cómo se fija en el agua:
[Para distinguir entre los consuelos espirituales y la oración de quietud] hagamos cuenta para entenderlo mejor que vemos dos fuentes con dos pilas que se hinchen de agua, que no me hallo cosa más a propósito para declarar algunas de espíritu que esto de agua y es, como sé poco y el ingenio no ayuda, y soy tan amiga de este elemento, que le he mirado con más advertencia que otras cosas; que en todas las que crió tan gran Dios, tan sabio, debe haber hartos secretos de que nos podemos aprovechar y ansí lo hacen los que lo entienden, aunque creo que en cada cosita que Dios crió hay más de lo que se entiende, aunque sea una hormiguita. Estos dos pilones se hinchen de agua de diferentes maneras: el uno viene de más lejos por muchos arcaduces y artificio; el otro está hecho en el mesmo nacimiento del agua, y vase hinchendo sin nengún ruido, y si es el manantial caudaloso, como éste que hablamos, después de henchido este pilón procede un gran arroyo; ni es menester artificio, ni se acaba el edificio de los arcaduces, sino siempre está procediendo agua de allí. Es la diferencia que la que viene por arcaduces es, a mi parecer, los contentos que tengo dicho que se sacan con la meditación, porque traemos con los pensamientos, ayudándonos de las criaturas en la meditación y cansando el entendimiento, y como viene, en fin, con nuestras diligencias, hace ruido cuando ha de haber algún hinchimiento de provechos que hace en el alma, como queda dicho.

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