martes, 13 de noviembre de 2018

La burra de Balaam

Estoy leyendo el Antiguo Testamento en la traducción de la Universidad de Navarra (haciendo equipo) y, como se dice por aquí, me llego por el libro de los Números, que no es el más entretenido, la verdad, aunque el episodio de la burra de Balaam es extraordinario, también desde el punto de vista narrativo.
Resulta que los israelitas están rondando la Tierra Prometida, cerca de Jericó (y yo me acuerdo del calor que pasé allí y claro que me identifico con sus sufrimientos) y el rey de Moab llama a Balaam para que los maldiga.
De camino, Dios pone a un ángel con una espada en medio.  La burra lo ve (Balaam no) y se desvía por un viñedo. Balaam la golpea para que vuelva al camino, pero la burra se pega a una tapia, tanto que «le pilló la pierna contra la pared». De nuevo la golpea. Otra vez el ángel se pone delante, impidiendo el paso totalmente: la burra se echa y Balaam la golpea por tercera vez
Balaán se enfureció y apaleó a la burra. Entonces el Señor abrió la boca de la burra, que dijo a Balaán: «¿Qué te he hecho yo para que me apalees con esta ya tres veces?».
Respondió Balaán a la burra: «Porque te estás burlando de mí. Ojalá tuviera una espada en la mano; ahora mismo te mataba». Respondió la burra a Balaán: «¿No soy yo tu burra, y no me has montado desde siempre hasta el día de hoy? ¿Es que suelo portarme así contigo?». Respondió él: «No». (Num. 22, 27-30, traducción de la CEE, que es la que tengo a mano).
Ahí es cuando ve Balaam al ángel delante, que le echa en cara las tres veces que ha golpeado a la burra:
Gracias a que se ha desviado, porque si no, ya te habría matado y a ella la habría dejado con vida» (Num. 22.33).
Ahora ya está preparado Balaam para decir sólo lo que Dios quiere, unos oráculos preciosos en alabanza de Israel en los capítulos 23 y 24)

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