jueves, 2 de febrero de 2017

San Juan de Ávila sobre la caña cascada y sobre el silbito

Mirad cómo traduce lo de Isaías 42.3:
No quebrará la caña que está quebrantada, ni la vela que echaba un poco de humo no la acabará de matar (3.713.37).

En estos dos textos habla de silbos y silbitos, a partir de sibilus tenuis aurae (1 Re 19.12). En el primero cuando Elías esperaba a Dios en la tormenta y en el segundo sobre Pentecostés:
Vi un aire muy grande y fuerte que derribaba los montes, pero no venía allí el Señor.
–Pasado el viento, ¿qué vino?
–Fuego, pero no estaba allí el Señor.
Pasado el fuego, venía un silbito suave; allí venía el Señor (3. 388-9.31).
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¡Oh, qué sabor, oh qué color, oh qué gusto, oh qué consuelo, oh qué descanso, oh qué regocijo, oh qué alegría, oh qué esfuerzo sintieron los apóstoles cuando sintieron el silbo dentro de sus entrañas! (3.400.36).

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