Nec fortitudo lapidum fortitudo mea, nec caro mea aenea est (Job 6,12). Ansí decía la Madre: Ni yo tengo fortaleza de piedra ni mi carne es de metal. Oye que fue el más tierno corazón el suyo de cuantos ha habido en el mundo, y de ella se dice: Ab initio crevit mecum miseratio, et ab utero matris meae egressa est mecum (cf. Job 3 1, 18); de ver a un pobre lloraba. Dice Job: Desde el principio crió Dios conmigo el ser compasiva, el ser misericordiosa; la ternura de mi corazón desde el vientre de mi madre salió conmigo. Lo mismo se dice de la Virgen. El corazón más tierno del mundo fue el suyo; y si de ver un pobre llora, ¿qué haría de ver padecer al Hijo, de vello muerto sobre sus faldas y tan atormentado como estaba? Es tan tierna, que si viera padecer algún mal, algún trabajo a los mismos que crucificaron a su Hijo y trataron tan cruelmente, se le doliera de ello. Pues decime: ¿qué os parece que sentiría de ver padecer tanto a un su único Hijo, y tal Hijo? Consuélate, cristiana mujercita, hombrecito, que estáis en trabajo; sábete que tienes una Madre en los cielos, que se duele de tus fatigas más que tú mismo te dueles, y ansí procura de remediarlas. El mayor dolor de cuantos se pueden pensar en el mundo, en el corazón más tierno: ¿qué os parece que sintirá? (OC 3.908.33)
jueves, 8 de diciembre de 2016
De san Juan de Ávila
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