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Cayósenos el árbol a cuya sombra descansábamos; no puede ser menos sino quemarnos el calor del sol y la rezura del frío [4.167.51].
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[Sobre prudencia en el inicio de la virtud y sobre no presumir] Escondan las buenas obras lo más que pudieren; si no, acaecerles ha lo que a las florecillas del árbol, que un viento que viene se las lleva, por su ternura 4.32.120.
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Mas no vienes tú, Señor, descendiendo de allá acá por medio, sino que desde do estás sentado a la diestra de Dios Padre y sin te mudar de allí, en diciéndose las palabras de la consagración, quedándote allá, estás acá, trescientos mil cuentos
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