lunes, 11 de abril de 2016

La firmeza de sonámbulo de Diderot

Me consuela mucho encontrar a alguien que confirme mis opiniones más minoritarias. Por ejemplo en el libro-entrevista de Rémi Brague hay un momento en que tiene que corregir un dato de un cuento (pseudo-)filosófico de Borges, y además señala que un verso suyo que le citan no le gusta: le estoy muy agradecido por ello, porque mi anti-fe borgiana recae a veces en momentos de debilidad.

Cuando veo a modernos biempensantes (Lassalle, Gomá, últimamente) poniendo la Ilustración en los cuernos de la luna como la cima del saber y el Inicio De La Realidad, no puedo menos que revolverme. A Brague le preguntan por el problema que tuvieron gente como Lessing o Kant con la historicidad de Cristo:
Frente a la figura de Cristo, el Siglo de las Luces demostró una ceguera extraña, por no decir increíble. Se queda uno consternado leyendo lo que algunos autores del siglo XVIII -fuesen adversarios o apologistas del cristianismo- dijeron sobre él y sobre Dios. Esto sucedió sobre todo entre aquellos que en Francia se autoproclamaron «filósofos». Por ejemplo, Diderot casi siempre pasa de largo con firmeza de sonámbulo ante las cuestiones importantes. He releído recientemente la Conversación de un filósofo con la Mariscala de... Me he quedado consternado ante tanta mentecatez autosatisfecha (85-86).
Más adelante:
Hay una cosa que me pone especialmente nervioso, tanto en las personas como en los grupos: la tendencia a la autocomplacencia. Esta actitud culmina en el modo en que la Modernidad cuenta su propia historia como la de de un irresistible progreso hacia... sí misma (98).
El «progreso científico» también recibe lo suyo. Brague recuerda la cantidad de científicos seducidos por el espiritismo (a mí ya me sorprendió su éxito con el krausismo) y se lamenta de la victoria del cientifismo sobre la filosofía, que ha dado lugar a ese «positivismo tranquilo e irreflexivo que constituye el bajo continuo de la opinión pública de las naciones occidentales» (107).

Pero sería injusto colocar aquí solo lo que confirma mis tics. Me avisa el propio Brague:
Lo que a mucha gente no le gusta de la verdad es que no nos deja tranquilos... [Explica que san Agustín distingue entre veritas lucens «verdad que ilumina» y veritas redarguens «verdad que nos acusa»]. Nos gusta la primera porque nos permite conocer y controlar las cosas; detestamos la segunda porque muestra lo que preferiríamos que permaneciese oculto (127). 
Me gusta mucho Brague, como veis. Espero que me siga haciendo replantearme las cosas y que siga encontrado en sus libros tanto solaz, instrucción y sabiduría como hasta ahora.



Por lo demás, yo ahora no estoy para discusiones filosofía/religión o filosofía/ciencia, sino sobre filosofía / poesía, que tenemos Curso de Verano en el horizonte.

1 comentario: