lunes, 21 de diciembre de 2015

Casi dos días en Lisboa 6 (Museo Gulbenkian 3)


La primera sala eran una piezas escogidas y exquisitas, diez, doce, no más, de arte egipcio. Bastaba verlas para reírse de la bobada de los que piensan que el arte es un proceso evolutivo de perfección progresiva: en la escultura egipcia ya había mucha de la perfección que no logramos en el siglo XXI.

A continuación, del arte griego, un solo objeto de cerámica, pero qué pieza:


Yo me fijé en las patas de los caballos, en la escena tan poco habitual (habían puesto en un panel un comentario de Maria Helena da Rocha Pereira, una gran helenista portuguesa: muy bien), en la delicadeza de las líneas de las figuras rojas, en el movimientos de todos. Los sátiros que persiguen debajo me vinieron luego a la memoria al ver un cuadrito de Rubens de centauros persiguiendo a mujeres (con pentimenti: acabó convirtiéndolas en centauras -sic), con el mismo grado de violencia en ambos casos.
Completaban la sala de Grecia unas pocas gemas, unas pocas joyas y unas pocas monedas (por ejemplo esta). Creo que es la primera vez que disfruto viendo ese tipo de objetos. El Museo Gulbenkian es un ejemplo de lo bueno que es el «menos es más».


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