viernes, 20 de febrero de 2015

De vuelta

Vi que Gregorio ponía un enlace al vídeo de la matanza de los veintiún cristianos coptos egipcios y que animaba a verlo, a pesar de todo. Yo de primeras me eché para atrás: soy miedoso y no soporto ver sangre, me mareo al verla, no puedo evitarlo.

Ayer me dije: tengo que mirarlo. Pasó un rato largo sin decidirme, pero al fin lo vi. Es una experiencia que te deja hundido. Llevo 24 horas recordándolo. La violencia en el cine sabes que es mentira, pero aquí el vídeo, aunque dura cinco minutos, tiene un minuto (más o menos) que se hace insoportable.
El día de los ataques de París me impresionó el sonido de las balas con que remataron al policía: todos los que había oído en películas eran ridículos comparados con aquello.
El resto del vídeo es de una obscenidad presuntuosa: fantasías de contrapicados a lo Orson Welles y una simbología que da rubor.
En realidad parece al principio que es una situación normal, sin más. Pero luego llega el degüello: ahí lo único que sirve es la comparación con los corderos (aquí / aquí / aquí).

Hay un artículo muy bueno de Enrique sobre esos mártires y santo Tomás Moro. Yo ahora no podré dejar de pensar en ellos cuando vea representaciones de mártires: ahora serán mucho más reales.

A veces me he alegrado de no tener un bazooka en la mano en situaciones más o menos molestas de la vida diaria. Esta vez hubiera querido tenerlo, o una metralleta, para matar a todos esos criminales. Ahora, pensándolo, veo lo infantil de mi reacción, pero el hecho es que no veo posibilidad de diálogo ahí. Es una cuestión de legítima defensa: de neutralizar a esos criminales. ¿Encarcelarlos? Sí, lo que haga falta para que no puedan hacer daño.

Fernando (ahora columnista) había enlazado un artículo largo e interesantísimo sobre el Estado Islámico que os recomiendo vivísimamente: Allí explica Graeme Wood que no son en absoluto estúpidos; su mayor deseo es la confrontración real con Occidente, a partir de su mentalidad apocalíptica en el sentido más estricto. No quieren negociar. Quieren acelerar el fin del mundo. Con ellos lo que hay que hacer (en esto no estoy de acuerdo con el autor del artículo) es darles gusto, para impedir que puedan seguir haciendo daño.

Yo, seguramente influido por American Sniper (grandísima película -mi amigo Clint me pasó una copia por adelantado- que defiende un principio parece que olvidado, ese de la legítima defensa) tengo que reclamar hechos contra esos criminales, que están matando y sometiendo a millones de personas, cristianos, judíos, musulmanes, de otras religiones, ateos.

Pero -ya lo explicó Eastwood en Gran Torino- tengo que estar dispuesto a asumir ese mancharse las manos de los protagonistas de ambas películas. Alguien tiene que ofrecerse por los demás.
En cambio, las almas de los justos están en las manos de Dios y no les alcanzará tormento alguno. A los ojos de los insensatos pareció que habían muerto; se tuvo por quebranto su salida, y su partida de entre nosotros por completa destrucción; pero ellos están en la paz. Aunque, a juicio de los hombres, hayan sufrido castigos, su esperanza estaba llena de inmortalidad; por una corta corrección recibirán largos beneficios. pues Dios los sometió a prueba y los halló dignos de sí; como oro en el crisol los probó y como holocausto los aceptó. El día de su visita resplandecerán, y como chispas en rastrojo correrán. Juzgarán a las naciones y dominarán a los pueblos y sobre ellos el Señor reinará eternamente. Los que en él confían entenderán la verdad y los que son fieles permanecerán junto a él en el amor, porque la gracia y la misericordia son para sus santos y su visita para sus elegidos. (Sabiduría 3.1-9)

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Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los degollados a causa de la Palabra de Dios y del testimonio que mantuvieron. Se pusieron a gritar con fuerte voz: «¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz, vas a estar sin hacer justicia y sin tomar venganza por nuestra sangre de los habitantes de la tierra?» Entonces se le dio a cada uno un vestido blanco y se les dijo que esperasen todavía un poco, hasta que se completara el número de sus consiervos y hermanos que iban a ser muertos como ellos.
(...)
Uno de los Ancianos tomó la palabra y me dijo: «Esos que están vestidos con vestiduras blancas ¿quiénes son y de dónde han venido?» Yo le respondí: «Señor mío, tú lo sabrás.» Me respondió: «Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios, dándole culto día y noche en su Santuario; y el que está sentado en el trono extenderá su tienda sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed; ya nos les molestará el sol ni bochorno alguno. Porque el Cordero que está en medio del trono los apacentará y los guiará a los manantiales de las aguas de la vida. Y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos.» (Apocalipsis 6.9-11 y 7.13-17)

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