Mi madre y yo somos más de ir en coche hasta donde se pueda. Mis hermanas estaban, desde que entramos por las fragas, con ganas de ponerse a andar por allí. Los cuatro subimos andando -está cerrada a coches- la cuesta empinada que llevaba al monasterio abandonado de Caaveiro: los árboles en la ladera de enfrente (cf. la foto de ayer) nos compensaron el esfuerzo.
Y arriba, una maravilla: una tebaida en la confluencia de dos ríos, excelentemente restaurada.
Destaca la iglesita. Sobre un contrafuerte, este ábside:
Mejor foto, la de José Luis Cernadas Iglesias (y mirad también las de José Antonio Gil):
Y me dio un alegrón encontrarme una torre barroca que imita la de san Fiz de Solovio de Santiago del grandísimo Simón Rodríguez:
Y volvimos y en el camino se puso a llover otra vez.
Falta una visita a Monfero
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