Antes de cantar por largo las alabanzas de Valladolid, mejor es quitarnos de encima la colección de bodrios contemporáneos con pedigree pagados (y con desgravaciones: buenos son) por empresas (asesoradas' por la intelligentsia del arte) que han recalado en el patio principal de san Benito.
Lo mejor es eso, el patio, de grandísima elegancia. Pero nuestros modernos contemporáneos, que no descansan, han puesto en medio una estatua sedente de nuestros reyes, del doble del tamaño natural por lo menos, del inefable López. Frente a la proporción y la finura, el gigantismo bruto:
Me vi el museo en un rato, por contarlo aquí. Solo una cosa valía, el retrato de José Bergamín de Ramón Gaya:
Qué intensidad con qué poco.
Lo bueno de esos museos es que restauran unos edificios, a veces fantásticos, como en este caso en que es mucho mejor el continente que el contenido... (Véase Sevilla)
ResponderEliminarTienes toda la razón. Con el truco del arte contemporáneo, recuperamos un patio herreriano. Ahora lo que hace falta es quitar el arte contemporáneo y jugada maestra.
ResponderEliminarLas esculturas de tamaño más grande que el natural imponen, al menos a mí. Recuerdo las del Vaticano, o San Juan de Letrán, ahora no estoy seguro.
ResponderEliminarUn abrazo
Sí, el problema es que la de aquí está fuera de proporción y es anodina
ResponderEliminar