Quizá se pueda empezar a explicar que hay grados de traducibilidad, siguiendo a Eugenio d'Ors. Dentro de los escritores, explica que los hay "escultores" como Platón, que son mucho más traducibles que los escritores "músicos".
La vanidad diplomada tiene la costumbre de atribuir una importancia enorme al privilegio de «leer a Platón en el original». Quien, empero, hace la prueba en los dos sentidos, acaba por averiguar que da lo mismo leer a Platón en el original que leerlo en la buena traducción de otro filósofo. Y se comprende: todos los elementos figurativos, que intervienen tanto en el platónico razonar, lo hacen a título de escultor, que no de músico. La música, lo inefable, la suscitación de lo inconsciente, no encuentra fuego aquí. Es la razón quien ordena: la razón, que tiende a lo universal, a lo que el lenguaje es capaz de rendir íntegramente. (…) 313 Lo claro pasa fácilmente de una lengua a otra, digan lo que digan. Lo que conviene es no perder nunca de vista la distinción entre «lo claro» y «lo fácil». La matemática es difícil y clara; la biología, fácil y oscura.*Eugenio d'Ors, Último glosario II. De la Ermita al Finisterre, edición de Alicia García Navarro y Ángel d'Ors, La Veleta, Granada, 1998, 312
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