lunes, 7 de mayo de 2012

Uriarte y Arteta

Empecé el segundo volumen de los Diarios de Iñaki Uriarte con miedo de que no me gustase tanto como el primero.
Pero no, qué va. Me han gustado muchísimo, yo creo que todavía más que el primero. Qué bien escribe, es asombroso ese estilo suyo tan económico, tan preciso, esa sencillez lograda para contar una vida que quizá esté muy lejos de la mía, pero que yo veo muchas veces muy cerca.

El hecho es que empecé el libro con miedo, pues, pero al poco (p. 32-33) me tenía en el bote: está hablando de alguien cercano que tiene que hacer cursos de euskera porque es obligatorio para muchos trabajos; y que eso de la obligatoriedad es un tema tabú, que todo el mundo calla y mira para otro lado y que el asunto es «de lo más grave que pasa aquí». Y continúa:
Me hubiera gustado saber euskera, claro, como me gustaría no haber fumado nunca. Pero en mi vida he intentado hacer nada para remediarlo.
Un argumento que a veces me ha hecho efecto: la reacción de los de afuera cuando te preguntan si lo sabes. Siempre les notas algo de decepción al responder que no. Pero esa mezcla de agradecimiento y condescendencia que muestran algunos euskaldunes al comprobar que su interlocutor es capaz de hablar como un tonto en euskera no me ha gustado nunca.
Y aquello que me dijo hace más de veinte años la escritora A. U.: «El euskera es como un hijo discapacitado». Aunque creo que es solo es el hijo discapacitado de algunos, a quienes comprendo que lo quieran y cuiden incluso con mayor cariño y atención que a los sanos.
Lo clava, el tío: eso que tantas veces me han preguntado a mí de si sabía gallego. yo creo que hasta me ha creado cierto complejo de culpa, como si me dijeran: «¿pero, qué te cuesta?». El gallego es tan parecido al castellano que no hablarlo se puede interpretar como no querer hablarlo (esa es la diferencia principal con el euskera), pero prometo aquí que no, que no es ese el problema, pero que yo también he notado «el agradecimiento y la condescendencia» con que los hablantes de gallego reciben a quien habla gallego «como un tonto» y tampoco me ha gustado nada.

Y luego leo esto de Aurelio Arteta:y también es un chute de consuelo (-no estoy solo; eso que pienso no es porque sea un talibán o un resentido):
-Lo de la “normalización” es otro tópico?
-En manos del nacionalismo identitario, sí, otro tópico mentiroso y causante de atropellos sin fin. La normalización lingüística supone que lo que es normal (que sólo unos pocos ciudadanos se comuniquen usualmente en euskera, por ejemplo, porque en bastantes zonas del país esa lengua ha desaparecido hace siglos o no se haya hablado nunca), eso se considere anormal y deba “normalizarse” a cualquier precio. Al precio del derroche del presupuesto, de injusticia en los concursos de empleo público, del dolor de muchos, del disimulo de casi todos. Pero es que, según estos nacionalismos lingüísticos, sin lengua no hay nación y sin nación no hay derecho a ser Estado.

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