De arte que, según aquesto, tiene tres grados este nacimiento y crecimiento de Cristo en nosotros: el primero, de niño, en que comprendemos la niñez y la mocedad, lo principiante y lo aprovechante, que decir solemos; el segundo, de más perfecto; el último, de perfecto del todo. En el primero nace y vive en la más alta parte del alma; en el segundo, en aquella y en la que llamamos parte inferior; en el tercero, en esto y en todo el cuerpo del todo. Al primero podemos llamar estado de ley por las razones que diremos luego; el segundo es estado de gracia; y el tercero y último, estado de gloria. Y digamos de cada uno por sí, presuponiendo primero que en nuestra alma, como sabéis, hay dos partes: una divina, que de su hechura y metal mira al cielo y apetece cuanto de suyo es -si no la estorban, o oscurecen. o llevan lo que es razón y justicia-, inmortal de su naturaleza, y muy hábil para estar sin mudarse en la contemplación y en el amor de las cosas eternas; otra de menos quilates, que mira a la tierra y que se comunica con el cuerpo, con quien tiene deudo y amistad, sujeta a las pasiones y mudanzas dél, que la turban y alteran con diversas olas de afectos; que teme, que se acongoja, que cobdicia, que llora, que se engríe y ufana, y que, finalmente, por el parentesco que con la carne tiene, no puede hacer sin su compañía estas obras.Y lo que sigue es todavía más interesante.
Estas dos partes son como hermanas nacidas de un vientre, en una naturaleza misma, y son de ordinario entre sí contrarias, y riñen, y se hacen guerra. Y siendo la ley que esta segunda se gobierne siempre por la primera, a las veces, como rebelde y furiosa, toma las riendas ella del gobierno y hace fuerza a la mejor; lo cual le es vicioso, así como le es natural el deleite, y el alegrarse, y el sentir en sí los demás afectos que la parte mayor le ordenare; y son propiamente la una como el cielo y la otra como la tierra, y como un Jacob y un Esaú, concebidos juntos en un vientre, que entre sí pelean, como diremos más largamente después.
Esto así dicho, decimos agora que cuando el alma aborrece su maldad y Cristo comienza a nacer en ella, pone su espíritu, como decíamos, en el medio y en el centro, que es en la substancia del alma, y prende luego su virtud en la primera parte della, la parte que de estas dos que decíamos es la más alta y la mejor. Y vive Cristo allí en el primer estado de este nacimiento, ejercitando en aquella parte su vida, esto es, alumbrándola, y enderezándola, y renovándola, y componiéndola, y dándole salud y fuerzas para que con valor ejercite su oficio. Mas a la otra parte menor, en este primer estado, el espíritu de Cristo, que en lo alto del alma vive, no le desarraiga sus bríos, porque aún no vive en aquesta parte baja; mas aunque no viva en ella como señor pacífico, dale ayo y maestro que gobierne aquella niñez, y el ayo es la parte mayor, en que él ya vive, o él mismo, según que vive en ella, es el ayo desta parte menor, que desde su lugar alto le da leyes por donde viva, y le hace que se conozca, y le va a la mano si se mueve contra lo que se le manda, y la riñe y la aflige con amenazas y miedos; de donde resulta contradicción y agonía, y servidumbre y trabajo.
*De los nombres de Cristo, 3 (Hijo de Dios), p. 383 de la edición de San José Lera (con negritas y subrayados míos)
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