lunes, 19 de diciembre de 2011

A vueltas con la esperanza


Ayer, la Virgen de la Esperanza, en la semana más esperanzada del año. Esto de Ratzinger*:

Para Bloch (y para algunos teólogos que le siguen) el optimismo es la forma y la expresión de la fe en la historia, y por tanto es necesario, en una persona que quiera servir a la liberación, para la evocación revolucionaria del mundo nuevo y del hombre nuevo. La esperanza es por tanto la virtud de una ontología de lucha, la fuerza dinámica de la marcha hacia la utopía. (…) En la nueva religión el ‘pesimismo’ es el pecado de los pecados, y la duda ante el optimismo, ante el progreso y la utopía, es un asalto frontal al espíritu de la edad moderna, es el ataque a su credo fundamental sobre el que se fundamenta toda su seguridad, que por otra parte está continuamente amenazada por la debilidad de aquella divinidad ilusoria que es la historia. (…)

El optimismo ideológico, ese sustituto de la esperanza cristiana, debe ser distinto de un optimismo de temperamento y de disposición. Este es sencillamente una cualidad natural psicológica que puede ir unida a la esperanza cristiana, lo mismo que al optimismo ideológico, pero que de por sí no coincide con ninguno de los dos. El optimismo de temperamento es algo hermoso y útil ante la angustia de la vida: ¿quién no se regocija ante la alegría y confianza que irradia de una persona? ¿Quién no lo desearía para sí mismo? Como todas las disposiciones naturales, un optimismo de este tipo es una cualidad moralmente neutra; como todas las disposiciones, debe ser desarrollado y cultivado para formar positivamente la fisonomía moral de una persona. Ahora bien, puede crecer mediante la esperanza cristiana y convertirse en algo más puro y profundo; al contrario, en una existencia vacía y falsa puede decaer y convertirse en pura fachada (p. 48-50).
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Un hombre desesperado no reza, porque no espera: un hombre seguro de su poder y de sí mismo no reza, porque confía únicamente en sí mismo. Quien reza espera en una bondad y en un poder que van más allá de sus propias posibilidades. La oración es esperanza en acto (71).
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La angustia de todas las angustias (…) es el miedo de a no ser amados, a perder el amor; la desesperación es la convicción de haber perdido para siempre todo amor, el horror de la total soledad. Y viceversa, la esperanza, en el sentido propio de la palabra, es la certeza de que recibiré el gran amor, que es indestructible, y que ya desde ahora soy amado por este amor (76).
*J. Ratzinger, Mirar a Cristo, Edicep, Valencia, 2005 [orig. it. 1989], p. 48-50

2 comentarios:

  1. "Ya desde ahora", es ese "ya" el que hace posible la esperanza.
    Gracias, Ángel.
    Y felices fiestas, por si desde allá no tengo oportunidad de felicitaros el 24.

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  2. Qué bueno. Me quedo con lo de la disposición natural moralmente neutra.

    "El pesimismo es la posesión viril de la esperanza", dice NGD.

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